BienVenidos

31 de marzo de 2009

1. capitulo de Traicionada

-Nueva chica. Analízala –dijo Shaunee mientras se deslizaba dentro de la mesa que, cuando sirven la comida de la escuela, siempre reclamamos como nuestra. (Traducción: somos la alta sociedad de la cafetería de la escuela). -Trágico, Gemela, muy trágico –la voz de Erin era como el eco de la de Shaunee. Las dos tienen una especie de unión psíquica que las hace extrañamente parecidas, por eso las llamamos “Las Gemelas”; aunque Shaunee sea de Jamaica y su piel color café con leche, y Erin de Oklahoma, con su pelo rubio y sus ojos azules. -Por suerte, es la compañera de habitación de Sarah Freebird –Damien giró la cabeza hacia la chica menuda con el pelo seriamente negro, que mostraba a toda la cafetería una imagen de chica nueva perdida. Su sabia y aguda mirada de la moda estaba analizando a las dos chicas y a su grupo (desde los zapatos hasta los pendientes) en un rápido vistazo–. Claramente, su sentido de la moda es mejor que el de Sarah, a pesar del estrés de ser marcada y cambiar de colegio. Quizá pueda ayudarla con su pésima propensión a ponerse zapatos feos. -Damien –dijo Shaunee –otra vez me estás poniendo… -… de los putos nervios con tu interminable vocabulario enrevesado –terminó Erin por ella. Damien se sorbió los mocos, mirando ofendido y superior, y más gay que nunca (porque, definitivamente, es gay). -Si vuestro vocabulario no fuese tan desastroso no tendríais que llevar un diccionario para estar conmigo. Las Gemelas entrecerraron los ojos y tomaron aire para comenzar un nuevo asalto que, por suerte, mi compañera de habitación interrumpió. Con su denso acento de Oklahoma, entonó las dos definiciones como si estuviese jugando a deletrear: -Propensión: una preferencia natural, intensa y usual. Pésima: totalmente horrible. Así. Ahora, ¿podrías dejar de discutir y ser buenos? Sabéis que es casi la hora para la visita de los padres y no deberíamos comportarnos como retrasados cuando nuestras familias aparezcan. -Ay, mierda –dije- había olvidado por completo la visita de los padres. Damien gimió y dejó caer la cabeza sobre la mesa, golpeándola de una forma muy poco delicada. -A mí también se me había olvidado. Las cuatro nos compadecimos de él. A sus padres les pareció genial que fuese marcado, se mudase a la Casa de la Noche y comenzase el cambio que lo convertiría en vampiro o lo mataría si su cuerpo lo rechazaba. A ellos no les gustaba mucho que Damien fuese gay. Al menos, les gustaba algo de él. Mi madre y su actual marido –el perdedor John Heffer- odiaban todo de mí. -Mis padres no van a venir. Vinieron el mes pasado; éste están muy ocupados. -Gemela, otra vez demostramos nuestra conexión –dijo Erin-. Mis padres me enviaron un e-mail. Tampoco van a venir porque han decidido coger algún crucero del Día de Acción de Gracias a Alaska con mi tía Alane y mi tío Liar Lloyd. Lo que sea –se encogió de hombros. Al parecer no estaba tan molesta como Shaunee por la ausencia de sus padres. -Oye, Damien, a lo mejor ni tu mami, ni tu papi vienen –dijo Stevie Rae con una rápida sonrisa. Él suspiró. -Van a estar aquí. Es el mes de mi cumpleaños, traerán los regalos. -Eso no suena tan mal –le dije-. Dijiste que necesitabas un nuevo bloc de dibujo. - No me van a comprar un bloc de dibujo –contestó-. El año pasado les pedí un caballete y me trajeron suministros para camping y una suscripción a “Sports Illustrated”. - ¡¡¡¡Eh!!!! –gritaron Shaunee y Erin a la vez cuando Stevie Rae y yo arrugamos nuestras narices e hicimos ruidos de compasión. Damien se giró hacia mí, claramente queriendo cambiar de tema. -Ésta va a ser la primera visita de tus padres, ¿qué esperas que pase? -Pesadilla –suspiré-. Total, absoluta y completa pesadilla. -¿Zoey? Traía a mi nueva compañera de habitación para que te conociese. Diana, ésta es Zoey Redbird, la líder de las Hijas Oscuras. Contenta de poder escaparme de no tener que hablar del tema de mi propio horror paternal, miré hacia arriba, sonriendo al sonido de la voz indecisa y nerviosa de Sarah. -Vaya, es realmente de verdad –soltó la chica nueva antes de que pudiese decirle “hola”. Como era usual, estaba mirando mi frente y ruborizándose-. Quiero decir, eh… perdona. No quería parecer maleducada ni nada… -se desvanecía triste. -Está bien. Sí, mi marca está completa y también añadida –seguí sonriendo, intentando que se sintiese mejor, aunque realmente odiaba que pareciese que era la atracción más importante de un circo. Otra vez. Afortunadamente, Stevie Rae intervino antes de que Diana me mirase y mi silencio le hiciese sentir incómoda. -Sí, Z consiguió este tatuaje de espirales y telarañas en su cara y alrededor de sus hombros cuando salvó a su ex-novio de unos terroríficos y brutos fantasmas vampiro –dijo Stevie Rae animadamente. -Eso es lo que me contó Sarah –dijo Diana, indecisa-. Es sólo que sonaba tan increíble que, bueno, yo, eh… -¿No te lo creías? –la ayudó Damien. -Sí, perdón –repitió moviéndose y mordiéndose las uñas. -Oye, no te preocupes por eso –en mi cara se dibujó una sonrisa auténtica-. A mí a veces me parece bastante extraño, y estuve allí. -Y les pateó sus traseros -continuó Stevie Rae. Le eché una mirada de “no me estás ayudando en absoluto”, que ella ignoró. Sí, puede que algún día me convierta en su Alta Sacerdotisa, pero no soy precisamente la jefa de mis amigos. -De cualquier forma, todo este lugar puede parecer bastante extraño al principio. Luego va mejor –animé a la chica nueva. -Gracias –contestó con una sincera calidez. -Bueno, mejor que nos vayamos, así que voy a enseñarle a Diana donde está nuestra clase de quinto –dijo Sarah y luego, avergonzándome, se despidió muy seria y formal con el tradicional signo de respeto vampírico. Cerró su puño cerca de su corazón y agachó la cabeza antes de irse. -De veras que odio cuando hacen eso –murmuré cogiendo un poco de mi ensalada. -Yo creo que está bien –opinó Stevie Rae. -Mereces que te muestren respeto –aseguró Damien con su voz de profesor-. Tú eres la única alumna de tercero que se ha convertido en líder de las Hijas Oscuras y la única iniciada o vampira que ha mostrado una afinidad a los cinco elementos. -Afróntalo, Z –dijo Shaunee mientras masticaba ensalada y gesticulaba apuntando su tenedor hacia mí. -Eres especial –acabó Erin por ella (como siempre). Una alumna de tercero es como llaman en la Casa de la Noche a una estudiante de primer grado, así que una alumna de cuarto es una de segundo grado, etc. Y, sí, soy la única alumna de tercero que se ha convertido en la líder de las Hijas Oscuras. Qué suerte. -Hablando de las Hijas Oscuras –dijo Shaunee-, ¿has decidido qué requisitos quieres para ser miembro? Contuve el impulso de chillar. Mierda, no. Todavía no podía creer que estuviese a cargo de esto. Aún así, sólo agité mi cabeza y decidí –en lo que esperaba que fuese una pincelada de creatividad- poner la presión sobre ellos. -No, no sé cuáles deberían ser los requisitos; en realidad, esperaba que me ayudaseis, chicos. Así que, ¿alguna idea? Como supuse, todos se quedaron callados. Abrí la boca para agradecerles enormemente su silencio, pero la voz autoritaria de nuestra Alta Sacerdotisa sonó en los megáfonos de la escuela. Por un segundo me agradó la interrupción, pero cuando me di cuenta de lo que estaba diciendo mi estómago se oprimió. -Estudiantes y profesores, por favor, id todos al hall. Es la hora de la visita mensual de los padres. Bueno, mierda. -¡Stevie Rae, Stevie Rae! ¡Vaya, te he echado de menos! -Mamá –lloró y voló a los brazos de una mujer exactamente igual a ella, sólo que cincuenta libras más pesada y veintitantos años más. Damien y yo permanecimos incómodos dentro del hall, que empezaba a llenarse de padres humanos desagradables, unos cuantos hermanos humanos, un grupo de alumnos iniciados y algunos de nuestros profesores vampiros. -Bueno, allí están mis padres –dijo Damien con un suspiro- Puede que lo supere. Nos vemos. -Nos vemos –murmuré entre dientes, mientras lo veía reunirse con dos personas totalmente corrientes que cargaban con regalos envueltos. Su madre le dio un rápido abrazo y su padre le sacudió la mano con exuberante virilidad. Damien lucía pálido y estresado. Seguí mi camino al lado de la mesa cubierta de lino blanco que corría a lo largo de una pared. Estaba llena de queso caro, fuentes de carne, postres, café, té y vino. Llevo en la Casa de la Noche un mes y todavía es para mí un poco chocante que el vino sea servido de tan buena gana aquí. Parte de la razón es simple, la escuela está diseñada después de la Casa de la Noche europea. Al parecer, en Europa el vino en las comidas es como el té o la Coca Cola aquí, así que no mucho. La otra parte es un hecho genético, los vampiros no beben y los iniciados apenas pueden conseguir un poquito (al menos de alcohol; la sangre, por desgracia, está totalmente prohibida). Así que el vino, literalmente, no es mucho aquí, aunque creo que sería interesante ver cómo los padres de Oklahoma reaccionan ante la bebida de la escuela. -Mamá, tienes que conocer a mi compañera de habitación, ¿te acuerdas que te hablé de ella? Ésta es Zoey Redbird. Zoey, ésta es mi mamá. -Hola, señora Johnson, un placer conocerla –dije educadamente. -¡Oh, Zoey! Encantada de conocerte y, ¡dios mío!, tu marca es tan bonita como Stevie Rae dijo. Me sorprendió con un suave abrazo maternal y me susurró: -Estoy contenta de que cuides de mi Stevie Rae, me preocupo mucho por ella. Apreté su espalda y susurré: -No se preocupe señora Johnson, Stevie Rae es mi mejor amiga. Y aunque era muy poco realista, deseé que mi madre me abrazase y se preocupase por mí igual que la señora Johnson lo hacía por Stevie Rae. -Mamá, ¿me has traído galletas con trocitos de chocolate? –preguntó mi amiga. -Sí, cariño, pero me acabo de dar cuenta de que me las he dejado en el coche –entonó la madre en un acento igual al de su hija-. ¿Por qué no vienes conmigo y me ayudas a traerlas? Esta vez he hecho galletas extra para tus amigos –me sonrío amablemente-. Eres más que bienvenida a venir también con nosotros, Zoey. -Zoey Oí mi voz dicha como un eco helado detrás de la cálida amabilidad de la señora Johnson y miré por encima de su hombro para ver a mamá y a John entrar en el hall. Mi corazón calló en mi estómago. Lo había traído. ¿Por qué demonios no podía haber venido sola y estar sólo ella y yo para variar? Pero sabía la respuesta, él nunca lo permitiría. Y su prohibición significaba que ella no lo haría. Punto. Fin del tema. Desde que mamá se casó con John Heffer no ha tenido que preocuparse por el dinero. Vive en una casa enorme en un tranquilo y apartado vecindario, fue voluntaria en el PTA y fue el principal miembro en activo de la iglesia. Pero durante estos tres años de su “perfecto” matrimonio, se ha perdido a sí misma. -Perdone, señora Johnson, acabo de ver a mis padres; así que mejor que vaya. -Oh, cariño, me encantaría conocer a tus padres –y como si estuviéramos en cualquier instituto normal, se giró, sonriendo, para conocerlos. Stevie Rae me miró, primero a mí y luego a ella. “Perdón” le vocalicé. Quiero decir, no estaba segura de que nada totalmente malo fuese a suceder, pero con mi perdedor recortando la distancia que había entre nosotros como si fuese un general lleno de testosterona dirigiendo una marcha muerta, imaginé que una apuesta sería favorable a una escena de pesadillas. Luego mi corazón se levantó desde mi estómago y de repente todo se volvió mucho, mucho mejor al ver a mi persona favorita en el mundo aparecer de detrás de John y tender los brazos hacia mí. -¡Abuela! Ella me envolvió en sus brazos y el suave olor a lavanda que siempre iba con ella, como si llevara una parte de su granja a cualquier sitio que fuese. -¡Oh, Zoeybird! –me apretó fuerte contra ella-. Te he echado de menos, u-we-tsi -a-ge-hu-tsa. Sonreí entre mis lágrimas, encantada por el familiar sonido de la palabra cheroqui para hija –que quiere decir seguridad, amor y aceptación incondicional, cosas que no siento en casa desde hace tres años-, cosas que, antes de llegar a la Casa de la Noche, sólo sentía en la granja de mi abuela. -Yo también te he echado de menos, abuela. Estoy tan contenta de que hayas venido. -Usted debe ser la abuela de Zoey –dijo la señora Johnson mientras las dos nos juntábamos
. Es un placer conocerla, tiene a una chica muy buena aquí. La abuela sonrió cálidamente y empezó a contestar, pero John la interrumpió con su usual “yo soy la voz más importante”. -Bueno, en realidad, decir que es nuestra buena chica sería un cumplido. Y como si hiciese una entrada en Las Mujeres Perfectas, mi madre finalmente consiguió hablar. -Sí, somos los padres de Zoey. Yo soy Linda Heffer, éste es mi marido John y mi madre Sylvia Redbird… -y en medio de su “oh, qué educada introducción” se molestó en mirarme y su voz se quedó sin aliento en mitad de una palabra. Le hice a mi cara sonreír, pero la sentía caliente y pesada, como si me hubiesen vertido yeso y hubiese estado sentada bajo el sol veraniego y se fuese a romper si no tenía cuidado. -Hola, mamá -¡Por el amor de Dios! ¿Qué has hecho con esa marca? –dijo la palabra “marca” como si dijese cáncer o pedofilia. -Salvó la vida de un joven y con una afinidad otorgada por la Diosa a los cinco elementos. A cambio, Nyx la ha tocado con varias marcas inusuales para un iniciado –dijo Neferet con su voz suave y musical, mientras se acercaba al centro de nuestro pequeño y embarazoso grupo, dirigiéndose directamente a mi perdedor. Neferet era lo que la mayoría de los vampiros adultos son, increíblemente perfecta, con unas largas ondas de pelo caoba oscuro y unos ojos almendrados con un inusual color verde musgo. Se movía con una gracia y una confianza que claramente no eran humanas, y su piel era tan espectacular que parecía como si alguien hubiese encendido una luz dentro de ella. Hoy llevaba traje liso de seda azul con pendientes de plata en espiral (representando el camino de la Diosa, pero eso la mayoría de los padres no lo saben). Una forma plateada de la Diosa con los brazos en alto estaba bordada en su pecho izquierdo, al igual que estaba en el otro pecho. Su sonrisa era deslumbrante. -Sr. Heffer, soy Neferet, la Alta Sacerdotisa de la Casa de la Noche, aunque puede que sea más fácil para usted si piensa en mí como la directora de cualquier instituto normal. Gracias por venir a la noche de la visita de los padres. Podría decirse que él cogió su mano automáticamente. Estoy segura de que la hubiese rechazado si ella no lo hubiese pillado por sorpresa. Le estrechó la mano rápidamente y luego se giró hacia mi madre. -Sra. Heffer, es un placer conocer a la madre de Zoey. Estamos tan contentos de que se haya unido a la Casa de la Noche. -Bueno, eh, gracias –contestó ella, claramente desconcertada por el encanto y la belleza de Neferet. Cuando mi mentora saludó a mi abuela, su sonrisa se ensanchó y se volvió más que una sonrisa educada. Noté que estrecharon las manos al estilo del tradicional saludo vampiro, agarrándose la una a la otra del antebrazo. -Sylvia Redbird, siempre es un placer verte. -Neferet, también alegra mi corazón el verte, y gracias por cumplir tu juramento y cuidar de mi nieta. -No es una carga cumplirlo. Zoey es una chica tan especial –ahora me incluía a mí en la calidez de su sonrisa. Luego miró a Stevie Rae y a su madre-. Y ésta es la compañera de habitación de Zoey, Stevie Rae Johnson y su madre. He oído que las dos son prácticamente inseparables y que incluso el gato de Zoey ha aceptado a Stevie Rae. -Sí, es verdad. Anoche se sentó en mi regazo mientras veía la tele –rió- y a Nala no le gusta nadie más aparte de Zoey. -¿Gato? No recuerdo haberle dado permiso a nadie para que Zoey tuviese un gato –dijo John, haciéndome querer dar arcadas ¡Como si nadie en un mes se tomara la molestia de hablarme excepto la abuela! -Me malentendió, Sr. Heffer, en la Casa de la Noche los gatos vagan libremente. Ellos eligen a sus dueños, no al revés. Zoey no necesitó permiso cuando Nala la eligió –dijo Neferet tranquilamente. John bufó, gesto que por suerte todos ignoraron. Seeh, él es como un culo. -¿Desean alguna bebida? –dijo Neferet llevando la mano hacia la mesa elegantemente. -Oh, vaya; eso me recuerda que me dejé las galletas en el coche. Stevie Rae y yo estábamos a punto de ir. Un placer conocerlos. Me dio un rápido abrazo y lanzó un saludo con la mano a todos antes de que Stevie Rae y ella escaparan, abandonándome allí, aunque deseara estar en cualquier otro sitio. Permanecí cerca de la abuela, entrelazando sus dedos con los míos mientras caminábamos hacia la mesa de las bebidas, pensando en lo fácil que sería si sólo hubiese venido ella a visitarme. Eché un vistazo a mamá. Parecía como si se hubiese pintado en la cara un ceño permanentemente fruncido. Miraba a los otros chicos, y a penas dirigía la vista en mi dirección. ¿Para qué venir? Quería gritarle. ¿Para qué hacer como que en realidad puede que te importe –puede que en realidad me eche de menos- y luego mostrar tan claramente que no? -¿Vino, Sylvia? ¿Sr. y Sra. Heffer? –ofreció Neferet. -Gracias, tinto, por favor –dijo la abuela. John frunció sus labios, mostrando su descontento. -No, no bebemos. Con un esfuerzo sobrehumano conseguí no poner los ojos en blanco. ¿Desde cuándo no bebían? Apostaría los últimos cincuenta dólares de mi cuenta de ahorros a que en ese momento había un pack de seis cervezas en el frigorífico. Y mi mamá solía beber vino tinto igual que la abuela. Incluso la vi lanzarle a la abuela una mirada con los ojos entrecerrados, envidiosa del delicioso vino que Neferet le había vertido. Pero ellos no bebían. Al menos, no en público. Hipócritas. -Así que, ¿dices que la suma a la marca de Zoey sucedió porque hizo algo especial? –la abuela me apretó la mano-. Ella me dijo que se había convertido en la líder de las Hijas Oscuras, pero no me dijo cómo pasó exactamente. Sentí que me ponía tensa otra vez. De veras que no quería ver la escena que sucedería si mamá y John descubriesen que lo que en realidad sucedió fue que la ex líder de las Hijas Oscuras formó un círculo en la noche de Halloween (conocida en la Casa de la Noche como Samhain, la noche en la que el velo de nuestro mundo y el de los espíritus es más delgado), invocó a varios espíritus de vampiros y luego perdió el control sobre ellos cuando mi ex novio humano, Heath, apareció buscándome. Así que no quería que nadie mencionase lo que sólo dos personas sabían, que me buscaba porque había probado su sangre y él se había obsesionado conmigo, algo que a los humanos les pasa con facilidad cuando se ven involucrados con vampis, incluso aunque sean vampiros iniciados. Así que la entonces líder de las Hijas Oscuras, Aphrodite, perdió totalmente el control sobre los fantasmas y fueron a comerse a Heath. Literalmente. Peor, también actuaban como si quisiesen hacer añicos al resto de nosotros, incluyendo al absolutamente sexy Erik Night, el chico vampiro que felizmente puedo decir que no es mi ex, pero que de alguna forma hemos estado quedando este último mes, así que es mi casi-novio. De cualquier forma, tenía que hacer algo, así que con la ayuda de Stevie Rae, Damien y las Gemelas formé mi propio círculo, tocando el poder de los cinco elementos: aire, fuego, agua, tierra y espíritu. Usando mi afinidad con los elementos, me las arreglé para hacer a los espíritus regresar al sitio en el que viven (¿o desviven?). Cuando se fueron me salieron estos tatuajes, una delicada colección de lazos en espiral color zafiro que enmarcaban mi cara -nunca jamás visto en un simple iniciado- y un juego de marcas salpicadas con guays recorridos de símbolos en mis hombros, algo que nunca han tenido ni un iniciado, ni un vampiro adulto. Luego Aphrodite quedó como la deplorable líder que era, haciendo que Neferet la despidiese y me pusiese a mí en su lugar. Por consiguiente, también soy la Alta Sacerdotisa en entrenamiento de Nyx, la Diosa vampira, quién es la Noche personificada. Nadie los examinaría como los ultra religiosos y ultra juiciosos John y mamá. -Bueno, hubo un pequeño accidente. Zoey rápidamente actuó y se aseguró de que nadie resultase herido, a la vez que conectaba con una afinidad especial que le ha sido otorgada por la Diosa para llevar la energía de los cinco elementos –la sonrisa de Neferet era orgullosa y sentí que me inundaba la alegría ante su aprobación-. El tatuaje es simplemente un signo externo del favor que ha encontrado en la Diosa. -Lo que dices es una blasfemia –dijo John con una voz ronca y tirante que sonaba condescendiente y enfadada a la vez-. Estás poniendo en peligro su alma inmortal. Neferet dirigió sus ojos color musgo hacia él. No parecía enfadada. En realidad, parecía divertida. -Debe ser un Mayor de las Gentes de Fé. Su pecho de pajarillo se hinchó. -Bueno, sí, lo soy. -Luego permítanos entender, Sr. Heffer. Yo no pensaría en entrar en su casa o en su iglesia para menospreciar sus creencias, aunque esté en total desacuerdo con ellas. Ahora, no pretendo que rinda culto igual que yo. En verdad, nunca pensaría en imponerle mis creencias, aunque tenga un profundo compromiso con mi Diosa. Así que todo lo que pido es que muestre la misma cortesía que yo le muestro a usted. Cuando esté en mi “casa”, respete mis creencias. Los ojos de John asomaban malvados por una estrecha rendija y podía ver su mandíbula apretarse y desapretarse. -Vivís en el pecado y el error –dijo ferozmente. -Eso dice un hombre que le rinde culto a un Dios que vilipendia placer y les da a las mujeres papeles que son poco más que de sirvientas y criadoras de hijos, aunque sean la columna vertebral de vuestra iglesia, y busca controlar el culto a través de la culpa y el miedo –río Neferet suavemente, pero el sonido fue perdiendo humor y la advertencia no dicha que había en él hizo que se me pusiese la carne de gallina-. Cuidado con cómo juzga a los demás, Sr. Heffer, quizá tendría que mirar primero en su propia casa. Se le enrojeció la cara y succionó aire abriendo su boca en lo que sabía que sería una fea clase de lo buenas que son sus creencias y lo malas que son las de los demás, pero antes de que pudiese responder, Neferet lo cortó. Su voz no se elevó, pero de repente estuvo llena del poder de una Alta Sacerdotisa y tirité de miedo, aunque su ira no fuese dirigida hacia mí. -Tiene dos opciones. Puede visitar la Casa de la Noche como un invitado, lo que significa que respetaría nuestro modo de vida y se guardaría para sí mismo su descontento y sus juicios. O puede irse y no volver nunca. Decida ya –las dos últimas palabras llegaron a mi piel y tuve que esforzarme para no encogerme. Noté que mamá miraba a Neferet con los ojos muy abiertos y vidriosos y su cara estaba tan pálida como la leche. La cara de John se había vuelto del color contrario. Sus ojos estaban entrecerrados y sus mejillas estaban ruborizadas con un rojo muy poco atractivo. -Linda –dijo a través de sus dientes-, vamos. Luego me miró con tal repugnancia y odio que di un paso hacia atrás. Quiero decir, sabía que no le gustaba, pero hasta ese momento no me había dado cuenta de cuánto. -Este lugar es lo que mereces. Tú madre y yo no vamos a volver. Ahora estás sola. Se dio la vuelta y se encaminó hacia la puerta. Mi madre vaciló y por un momento pensé que quizá dijese algo bueno como que lo sentía, o que me había echado de menos, o que no debía preocuparme, o que volvería sin importar lo que él dijese. -Zoey, no puedo creer lo que has conseguido –sacudió su cabeza y, como era normal, siguió la correa de John y abandonó la habitación. -Oh, corazón, lo siento tanto… -la abuela estuvo allí al instante, abrazándome y consolándome-. Volveré, mi pequeño pajarillo. Lo prometo. Y estoy muy orgullosa de ti –me sujetaba por los hombros y sonreía entre sus lágrimas-. Nuestros ancestros cheroquis también están orgullosos de ti. Has sido tocada por la Diosa y tienes la lealtad de buenos amigos –alzó la vista hacia Neferet- y profesores sabios. Algún día incluso puede que aprendas a perdonar a tu madre. Hasta entonces, recuerda que eres la hija de mi corazón, u-we-tsi -a-ge-hu-tsa –me besó-. Yo también debo irme. Conduje hasta aquí tu pequeño coche y lo dejaré para ti, así que debo regresar con ellos –me dio las llaves de mi Bug clásico-. Recuerda siempre que te quiero, Zoeybird. -Yo también te quiero, abuela –dije y besé su espalda, abrazándola y respirando profundamente su olor como si pudiese retenerlo en mis pulmones y exhalando despacio, pues la echaré de menos durante el próximo mes. -Adiós, corazón. Llámame cuando puedas. Me besó otra vez y se fue. La vi marcharse y no me di cuenta de que estaba llorando hasta que sentí mis lágrimas gotear desde mi cara hasta mi cuello. La verdad, había olvidado que Neferet estaba todavía a mi lado, así que di un pequeño respingo cuando me tendió un pañuelo. -Lo siento, Zoey –dijo en voz baja. -Yo no –me soné la nariz y me limpié la cara antes de mirarla-. Gracias por hacerle frente. -No quise decir que tu madre también se fuese. -No lo dijiste, ella lo decidió, al igual que lleva haciendo estos tres últimos años –sentí la calidez de lágrimas amenazando en mi garganta y hablé despacio, reteniéndolas-. Ella era diferente. Es estúpido, lo sé, pero sigo esperando que vuelva a ser quien era, aunque nunca suceda. Es como si él hubiese matado a mamá y puesto una extraña en su cuerpo. Neferet puso su brazo alrededor de mi cuerpo. -Me gusta lo que ha dicho tu abuela. Puede que algún día encuentres la habilidad para perdonar a tu madre. Miré a la puerta por la que los tres se habían ido. -Ese día está muy lejano. Neferet apretó mi hombro en un gesto de comprensión. La miré, contenta de que estuviese allí conmigo, y deseé, por un momento, que fuese mi mamá. Luego recordé que hacía un mes me había dicho que su madre murió cuando era una niña pequeña y su padre había abusado de ella física y psíquicamente hasta que la marcaron y se salvó.
-¿Alguna vez perdonaste a tu padre? –pregunté vacilante. Neferet me miró y parpadeó varias veces, como si estuviese volviendo a unos recuerdos que había dejado muy, muy lejos.
-No, nunca lo perdoné, pero cuando pienso en él es igual que si me acuerdo de cualquier otra persona. Las cosas que hizo se las hizo a una pequeña humana, no a una Alta Sacerdotisa y vampira. Y para una Alta Sacerdotisa y vampira él, al igual que todos los humanos, no tiene trascendencia. Sus palabras sonaron fuertes y seguras, pero al mirar en sus bonitos ojos de un verde intenso, vi el parpadeo de algo viejo y doloroso, algo definitivamente no olvidado y me pregunté cuán honesta era consigo misma.

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