Todo es posible y nada es imposible en el maravilloso mundo de las letras. ¿Te atreves a adentrarte en ella?
19 de mayo de 2009
Capítulo 2 de sol de medianoche
Capitulo LIBRO ABIERTO
Me recliné contra un suave montículo de nieve, dejando que la nieve seca se acomodara en torno a mi peso. Mi piel se enfrió hasta que ya no sentía el aire a mi alrededor, y los pequeños pedazos de hielo se sintieron como terciopelo bajo mi piel.
Arriba, el cielo era claro, con estrellas, brillando intensamente, azul en algunas partes y amarillo en otras. Las estrellas creaban majestuosas y remolinadas formas contra el negro universo —una vista maravillosa. Exquisitamente hermosa. O por lo menos, debió serlo. Lo hubiera sido, si yo hubiera logrado verlo.
No estaba mejorando nada. Seis días habían pasado, seis días me escondí aquí en el vacío y deshabitado Denali, pero no estaba ni cerca a la libertad que tenía hasta la primera vez capté su esencia.
Cuando miré al brillante cielo, fue como si hubiera una obstrucción entre mis ojos y su belleza. La obstrucción era un rostro humano, poco destacable, pero no podía borrarlo de mi mente. Escuché los pensamientos acercándose antes de escuchar los pasos que los acompañaban. El sonido del movimiento era sólo un débil susurro contra la nieve.
No me sorprendió que Tanya me hubiera seguido hasta aquí. Sabía que ella había estado reflexionando esta futura conversación en los últimos días, aguardando hasta que estuviera segura de lo que quería decir exactamente.
La visualicé a unos 55 metros de distancia, balanceándose en la orilla de una negra roca.
La piel de Tanya era plateada a la luz de las estrellas, y sus rizos rubios y largos se veían casi rosados con su color fresa.
Sus ojos color ámbar brillaron mientras me espiaba, medio enterrado en la nieve, y sus labios se estrecharon lentamente en una sonrisa.
Exquisito. Si hubiera logrado notarlo. Suspiré.
Ella se agachó y con la punta de sus dedos tocó el borde de la roca, su cuerpo giró en una espiral.
Cannonball, pensó.
Se lanzó al aire; su forma se transformó en una oscura y retorcida sombra mientras giraba elegantemente entre las estrellas y yo. Formó una bola con su cuerpo justo en el momento en que tocó el montículo de nieve detrás de mí.
Una ventisca de nieve voló a mí alrededor. Las estrellas se volvieron negras y yo estaba enterrado en los plumosos cristales de hielo.
Suspiré de nuevo, pero no me moví para desenterrarme. La oscuridad debajo de la nieve ni dolió ni mejoró la vista. Todavía veía el mismo rostro.
- ¿Edward?
Había nieve volando de nuevo mientras Tanya rápidamente me desenterraba. Removió la nieve de mi rostro inanimado, sin mirar mis ojos.
- Disculpa, – murmuró. – Era una broma.
- Lo sé. Fue divertido.
Su boca se torció hacia abajo.
- Irina y Kate dicen que debo dejarte solo. Ellas piensan que te molesto.
- Para nada, – le aseguré. – Al contrario, soy yo quien está siendo grosero. Abominablemente grosero. Lo lamento mucho.
Te irás a casa, ¿verdad? Ella pensó.
- No lo he…exactamente…decidido aún.
Pero no te quedarás aquí. Su pensamiento fue melancólico, triste.
- No. No parece estar…ayudándome.
Hizo una mueca.
– Es mi culpa, ¿verdad?
- Por supuesto que no. – Mentí gentilmente.
No seas caballero.
Sonreí.
Te hago sentir incómodo. Se acusó.
- No.
Levantó una ceja, su expresión era tan discrepante que tuve que reír. Una carcajada corta, seguida por otro suspiro.
- Está bien, – Admití. – Sólo un poco.
Ella suspiró también, y puso su barbilla en sus manos. Sus pensamientos mostraban decepción.
- Tú eres mil veces más adorable que las estrellas, Tanya. Por supuesto, tú ya sabes eso. No dejes que mi obstinación te quite tu confianza. – Reí entre dientes por lo poco probable de aquello.
- No estoy acostumbrada al rechazo – Se quejó, presionando afuera su labio inferior en un atractivo puchero.
- Ciertamente no. – Estuve de acuerdo, tratando con poco éxito, bloquear sus pensamientos efímeros mientras recordaba sus centenares de conquistas acertadas.
Mayoritariamente, Tanya prefería a los hombres humanos — ellos eran mucho más atractivos por una cosa. Tenían la ventaja de ser suaves y cálidos. Y siempre impacientes, definitivamente.
- Sucubo. –bromeé, esperando interrumpir las imágenes oscilando en su cabeza.
Hizo una mueca, mostrando sus dientes. – La original -.
Al contrario de Carlisle, Tanya y sus hermanas han descubierto sus conciencias lentamente. Al final, fue el cariño que sentían por los hombres humanos lo que las transformó en las hermanas en contra de la matanza. Ahora los hombres que amaron…vivieron.
- Cuando apareciste aquí – Tanya dijo lentamente. – Pensé que…
Yo sabía lo que había pensado. Y debí haber adivinado que ella se sentiría de esa manera. Pero no estaba en mi mejor momento para pensar analíticamente.
- Pensaste que había cambiado de idea.
- Sí. – Frunció el ceño.
- Me siento horrible por destruir tus expectativas, Tanya. No era mi intención—No estaba pensando. Es sólo que me fui…digamos que arrancando.
- ¿Y supongo que no me dirás por qué…?
Me incorporé y envolví mis brazos alrededor de mis piernas, en defensa.
– No quiero hablar de eso -.
Tanya, Irina y Kate era muy buenas en la vida que eligieron. Mejores incluso, en alguna forma, que Carlisle. A pesar de la insana proximidad que se permitían con aquellos que debían ser—y alguna vez fueron—si presa, ellas no cometían errores. Estaba demasiado avergonzado para admitir mi debilidad frente a Tanya.
- ¿Problema de faldas? – Adivinó, ignorando mi repugnancia.
Solté una carcajada triste.
– No en la forma a la que te refieres.
Estaba tranquila. Escuché sus pensamientos como si corriera por diferentes posibilidades, tratando de descifrar el significado de mis palabras.
- Ni siquiera estás cerca – Le dije.
- ¿Una pista? – Preguntó.
- Por favor Tanya, déjalo ya.
Estaba tranquila de nuevo, todavía especulando. La ignoré, tratando en vano de apreciar las estrellas.
Se rindió después de un silencioso momento, y sus pensamientos persiguieron una nueva dirección.
Edward, si te vas… ¿a dónde irás? ¿De vuelta con Carlisle?
- No lo creo – Susurré.
¿A dónde iría? No podía pensar en un lugar de todo el planeta que me llamara la atención. No había nada que deseara ver o hacer. Porque, no importaba a dónde fuera, no estaría yendo a algún lugar—sólo estaría escapando de uno.
Odiaba eso. ¿Cuándo me convertí en un cobarde?
Tanya puso su brazo alrededor de mis hombros. Me tensé, pero no me escapé de su abrazo. Ella no pretendía nada más que ser amigable. Por ahora.
– Creo que sí volverás – dijo, su voz con un pequeño rastro de su largo y perdido acento Ruso. - No importa qué sea…o quién sea…lo que te atormenta. Tú lo enfrentarás. Tú eres así -.
Sus pensamientos eran seguros como sus palabras. Traté de contener la visión de mí mismo que ella guardaba en su cabeza. Alguien que enfrentaba sus problemas. Fue placentero pensar en mí de esa manera de nuevo. Nunca dudé de mi coraje, mi habilidad para enfrentar dificultades, antes de aquella horrible hora de clases de biología en el instituto hace tan poco tiempo.
La besé en la mejilla, retrocediendo rápidamente cuando ella movió su rostro hacia el mío, con sus labios maliciosos.
– Gracias, Tanya. Necesitaba escuchar eso -sus pensamientos se volvieron petulantes.
– De nada, supongo. Desearía que fueras un poco más razonable acerca de ciertas cosas, Edward.
- Lo siento, Tanya. Tú sabes que eres demasiado buena para mí- Yo sólo…aún no he encontrado lo que busco. -
- Bueno, si te vas antes de que te vuelva a ver…Adiós, Edward. -
- Adiós, Tanya. – Cuando dije las palabras, pude verlo. Pude verme de vuelta. Siendo lo suficientemente fuerte para volver al lugar en donde quería estar. – Gracias de nuevo.
Se puso de pie con un ágil movimiento, y luego se alejó corriendo a través de la nieve tan rápido que sus pies no dejaron huellas. No miró atrás. Mi rechazo la molestó más de lo que demostró, incluso en sus pensamientos. No querría volver a verme antes de que me fuera.
Hice una mueca de disgusto. No me gustaba herir a Tanya, aunque sus sentimientos no eran profundos, escasamente puros, y, en cualquier caso, no los podía corresponder. Me hacía sentir poco caballeroso.
Apoyé mi barbilla en mis rodillas y fijé nuevamente mi vista en las estrellas. De pronto me sentí ansioso de comenzar mi camino de regreso. Sabía que Alice me vería llegar a casa, y se lo diría a los demás. Esto los haría feliz—a Carliste y Esme especialmente. Pero miré a las estrellas nuevamente por un momento, tratando de ver más allá del rostro en mi cabeza. Entre yo y las brillantes luces en el cielo, un par de desconcertados ojos cafés a chocolateado me miraron fijamente, pareciendo preguntar lo que ésta decisión significaría para ella. Por supuesto, no podía estar seguro si realmente era ésa la información que expresaban esos curiosos ojos. Incluso en mi imaginación, no podía escuchar sus pensamientos. Los ojos de Bella Swan continuaron preguntando, y una descubierta vista de las estrellas continuó eludiéndome. Con un fuerte suspiro, me di por vencido, y me puse en camino. Si corría, estaría de vuelta al auto de Carlisle en menos de una hora…
Apurado por ver a mi familia—y deseando fervientemente ser el Edward que enfrenta sus problemas—Corrí más rápido de lo normal por el campo nevado, sin dejar huellas.
- Todo va a estar bien – Alice respiró. Sus ojos estaban desenfocados, y Jasper tenía puesta su mano ligeramente debajo del codo de Alice, guiándola hacia adelante mientras caminábamos en grupo hacia la pequeña cafetería. Rosalie y Emmett conducían el camino,
Emmett viéndose ridículo como un guardaespaldas en medio de un territorio hostil. Rose se veía cautelosa, también, pero mucho más irritada que protectora.
- Por supuesto que lo está – Me quejé. Su comportamiento era absurdo. Si no estuviera seguro de que podía manejar esta situación, me hubiera quedado en casa.
El cambio repentino de nuestra normal mañana, incluso juguetona—había nevado en la noche, y Emmett y Jasper estaban tomando ventaja de mi distracción para bombardearme con bolas de nieve; cuando se aburrieron con mi falta de entusiasmo, comenzaron a lanzárselas entre ellos—esta vigilancia exagerada hubiera sido cómica, si no fuera tan irritante.
- Ella aún no está aquí, pero por donde vendrá…no estará a favor del viento si nos sentamos en nuestro lugar de siempre -
- Por supuesto que nos sentaremos en nuestro lugar de siempre. Ya para, Alice. Me estás sacando de mis casillas. Estaré absolutamente bien.
Le guiñó un ojo a Jasper mientras éste la ayudaba a sentarse, y sus ojos finalmente se enfocaron en mi rostro.
- Hmm – Dijo, casi sorprendida. – Creo que tienes razón.
- Por supuesto que la tengo – Murmuré.
Odiaba ser el centro de su atención. Sentí una repentina simpatía por Jasper, recordando todas las veces que lo sobreprotegimos. Jasper me miró brevemente, e hizo una mueca.
Molesta, ¿verdad?
Le hice una mueca.
¿Sólo había sido la semana pasada, en que esta larga, monótona habitación me había parecido tortuosamente opaca? ¿Cuando me pareció que estaba en coma, al estar aquí?
Hoy mis músculos y nervios estaban estirados y tensos—como cuerdas de piano, tensionadas para sonar a la presión más ligera. Mis sentidos estaban híper alertas; Escaneé cada sonido, cada suspiro, cada movimiento del aire que tocó mi piel, cada pensamiento.
Especialmente los pensamientos. Sólo uno de mis sentidos lo mantuve bloqueado, rechazando usarlo. El olfato, por supuesto. No respiré.
Estaba esperando oír más acerca de los Cullens en todos esos pensamientos. Esperé todo el día, buscando cualquier nuevo conocido en el que Bella Swan hubiera confiado, tratando de ver qué dirección había tomado el nuevo chisme. Pero no había nada. Nadie notó a los cinco vampiros en la cafetería, como siempre antes de que llegara la nueva chica. Varios de los humanos aquí aún pensaban en ella, lo mismo de la semana pasada. En vez de encontrar esto absolutamente aburrido, ahora estaba fascinado.
¿Acaso ella no le había dicho nada a nadie sobre mí?
No hay manera de que no haya notando mi negra y asesina mirada. La había visto reaccionar. Seguramente, la asusté tontamente. Estaba convencido de que le diría a alguien, tal vez incluso exagerado la historia un poco para hacerla más interesante. Dándome algunas líneas amenazadoras.
Y entonces, ella también me escuchó tratando de cambiar la clase de biología que compartíamos. Debe haberse preguntado, después de ver mi expresión, si ella era la causa.
Una chica normal hubiera averiguado, comparado su experiencia con otros, buscando historias comunes que explicaran mi comportamiento para no sentirse discriminada. Los humanos constantemente se desesperaban por sentirse normales, para encajar. Para mezclarse con todos los demás, como un rebaño de ovejas sin rasgo distintivo. Esta chica no sería la excepción a esa regla.
Pero nadie notó que estábamos sentados aquí, en nuestra mesa de siempre. Bella debe ser excepcionalmente tímida, si no confió en nadie. Tal vez habló con su padre, quizás esa es la relación más fuerte que tiene… aunque eso parece improbable, dado el hecho de que pasó muy poco tiempo con él en el transcurso de su vida. Sería más cercana a su madre. De todas maneras, tendré que pasar por la casa del Jefe Swan algún día pronto y escuchar qué está pensando.
- ¿Algo nuevo? – Me preguntó Jasper.
- Nada. Ella…creo que no dijo nada.
Todos levantaron una ceja a este hecho.
- Tal vez no eres tan terrorífico como crees que eres – Dijo Emmett, riendo entre dientes.
- Apuesto a que pude haberla asustado mucho mejor que eso. -
Entorné mis ojos hacia él.
- Me pregunto… – Jasper estaba desconcertado con mi revelación del silencio único de la chica.
- Ya lo hemos debatido. No lo sé.
- Ahí viene. – Alice murmuró. Sentí cómo mi cuerpo se ponía rígido. – Traten de parecer humanos.
- ¿Humanos dices? – Preguntó Emmett.
Levantó su puño derecho, moviendo sus dedos para revelar la bola de nieve que había guardado en su palma. Por supuesto no se había derretido. La apretó formando un abultado cubo de hielo. Tenía sus ojos puestos en Jasper, pero ví la dirección de sus pensamientos. Y Alice también, por supuesto. Cuando él, abruptamente le lanzó, el pedazo de hielo, ella lo hizo a un lado con un casual alboroto de sus dedos. El hielo rebotó a lo largo de la cafetería, demasiado rápido para ser visible al ojo humano, y se rompió con un sostenido golpe contra la muralla de ladrillo. El muro también se rompió.
Todas las cabezas de esa esquina de la cafetería se voltearon para ver a la pila de hielo roto en el piso, y luego giraron de un lado a otro buscando al culpable. No miraron más lejos que unas pocas mesas de distancia. Nadie nos miró.
- Muy humano, Emmett – Dijo Rosalie con un tono mordaz. – ¿Por qué no aprovechas de atravesar el muro?
- Sería mucho más impresionante si tú lo hicieras, cielo.
Traté de ponerles atención, manteniendo mi rostro en una mueca como si formara parte de su jugarreta. No me permití mirar hacia la línea en donde sabía que estaba ella. Pero eso era todo lo que oía.
Podía escuchar la impaciencia de Jessica con la nueva chica, quien parecía estar distraída, también, inmóvil en su lugar. Ví, en los pensamientos de Jessica, que las mejillas de Bella Swan estaban tornándose de un brillante color rosa por efecto de la sangre.
Volteé respirando cuidadosamente, preparado para dejar de hacerlo por si un poco de su esencia llegaba con el aire cerca de mí.
Mike Newton estaba con ellas dos. Escuché sus dos voces, verbal y mental, cuando le preguntó a Jessica qué le pasaba a la chica Swan. No me gustó la forma en que sus pensamientos se envolvían en torno a ella, el parpadeo de una ya establecida fantasía nublaba su mente mientras la miraba despertar de su ensueño como si hubiese olvidado que estaba ahí.
- Nada – Escuché que Bella dijo en una tranquila y clara voz. Parecía el sonar de una campana sobre el balbuceo en la cafetería, pero sabía que eso era así sólo porque estaba escuchando con demasiada atención.
- Hoy sólo quiero un refresco – Continuó moviéndose para avanzar en la fila. No pude evitar lanzar una mirada en su dirección. Ella estaba mirando al piso, la sangre lentamente se desvanecía de su rostro. Rápidamente cambié la dirección de mi mirada, a Emmett, quien se reía a la sonrisa de dolor que había en mi rostro.
Te ves enfermo, hermano.
Cambié mi expresión para que se viera casual y no forzada. Jessica se estaba preguntando en voz alta sobre la falta de apetito de la chica.
– ¿Es que no tienes hambre? – preguntó.
– La verdad es que estoy un poco mareada – Su voz era aún más baja, pero todavía muy clara. ¿Por qué me incomodó, la repentina preocupación que emanó de los pensamientos de Mike Newton? ¿Qué importaba si era una posesión para ellos? No era asunto mío si Mike Newton se sentía innecesariamente ansioso por ella. Quizás esta es la forma en que todos reaccionan a ella. ¿Acaso no había querido, instintivamente, protegerla también? Antes de que quisiera matarla, la verdad…
¿Pero estaba realmente enferma?
Era difícil saberlo—se veía tan delicada con su piel translúcida… Entonces me di cuenta de que yo también me estaba preocupando, tal como ese estúpido niño, así que me obligué a mi mismo a no pensar en su salud.
De todas maneras, no me gustaba monitorearla desde los pensamientos de Mike. Cambié a los de Jessica, mirando cuidadosamente cómo ellos tres escogían una mesa para sentarse.
Afortunadamente, se sentaron con los usuales compañeros de Jessica, en una de las primeras mesas de la cafetería. Sin viento a favor, tal y como Alice había prometido.
Alice me dio un codazo, Ella va a mirar hacía acá pronto, actúa humano.
Apreté los dientes detrás de una mueca.
- Tranquilízate, Edward – Me dijo Emmett. – Honestamente. Así que matas un humano. Eso difícilmente puede ser el fin del mundo.
- Tú sabrías. – Murmuré.
Emmett soltó una carcajada.
– Tienes que aprender a superar las cosas. Como yo. La eternidad es un largo tiempo como para pasarlo con culpa.
Justo entonces, Alice lanzó un pequeño puñado de hielo que había estado escondiendo, en el inesperado rostro de Emmett. Éste parpadeó, sorprendido, y luego hizo una mueca.
- Tú te lo buscaste – dijo mientras se inclinaba en la mesa y sacudía los cristales incrustados en su pelo en dirección a Alice. La nieve, derritiéndose en el cálido lugar, voló desde su pelo en una gruesa lluvia de, mitad líquido, mitad hielo.
- ¡Eww! – Rosalie se quejó, mientras ella y Alice se alejaban del diluvio.
Alicé se rió, y todos la copiamos. Podía ver en la cabeza de Alice cómo ella había orquestado este perfecto momento, y yo sabía que la chica—Debería parar de pensar en ella de esa forma, como si fuera la única chica en el mundo—que Bella estaría mirándonos jugar y reír, viéndonos tan felices y humanos y poco reales como una pintura de Normal Rockwell.
Alice continuó riendo, y luego tomó su bandeja y la usó como protección. La chica—Bella debe estar mirándonos aún.
…mirando a los Cullens de nuevo, alguien pensó, captando mi atención.
Miré automáticamente hacia la intencional llamada, dándome cuenta mientras mis ojos encontraban su destino, que reconocía esa voz—Había estado escuchándola todo el día.
Pero mis ojos pasaron de largo a Jessica, enfocándose en la penetrante mirada de la chica.
Rápidamente miró hacia abajo, escondiéndose detrás de su denso cabello.
¿Qué estaba pensando? Con el paso del tiempo la frustración parecía estar poniéndose cada vez más aguda, en vez de aliviada. Traté—seguro de que lo que estaba haciendo nunca lo intenté antes—de probar una vez más entrar en su mente. Mi don siempre venía a mí naturalmente, sin pedirlo; nunca tuve que esforzarme para lograrlo. Pero ahora me concentré, tratando de pasar a través de lo que fuera que tenía a su alrededor.
Nada más que silencio.
¿Qué tiene ella de especial? Pensó Jessica, produciendo eco a mi propia frustración.
- Edward Cullen te está mirando – susurró en el oído de la chica Swan, con una risita. No había ningún signo de celosa irritación en su tono de voz. Jessica parecía tener habilidades para fingir amistad.
Escuché, absorto, la respuesta de la chica.
- No parece enojado, ¿verdad? – ella le susurró a Jessica.
Así que, sí había notado mi reacción salvaje de la semana pasada. Por supuesto que lo hizo.
La pregunta confundió a Jessica. Vi mi propio rostro en sus pensamientos mientras inspeccionaba mi expresión, pero no la miré. Aún estaba concentrado en la chica, tratando de escuchar algo. Mi intensa concentración no parecía estar ayudando en nada.
- No. – Le dijo Jess, y yo sabía que deseaba haber podido decir que sí—debió haberle dolido la forma en que la miraba—sin embargo no había rastro de dolor en su voz. – ¿Debería estarlo?
- Creo que no soy de su agrado – la chica susurró de vuelta, apoyando su cabeza en su brazo como si estuviera repentinamente cansada. Traté de comprender la expresión, pero sólo pude suponer. Tal vez sí estaba cansada.
- A los Cullens no les gusta nadie – Jess le aseguró. – Bueno, tampoco se fijan en nadie lo bastante para que les guste. – Nunca lo hacen. Su pensamiento fue una queja. – Pero te sigue mirando.
- No le mires – dijo la chica ansiosamente, elevando su cabeza para asegurarse de que Jessica había obedecido la orden.
Jessica rió nerviosamente, pero obedeció.
La chica no miró otra cosa aparte de la mesa por el resto de la hora. Pensé—aunque, por supuesto, no podía estar seguro—que lo hizo a propósito. Parecía como si ella quisiera mirarme. Su cuerpo giró suavemente en mi dirección, su barbilla comenzó a girar, luego se detuvo, respiró profundo, y miró fijamente a quien quiera que le estuviera hablando.
Ignoré la mayor parte de los otros pensamientos alrededor de la chica, como si no fueran, momentáneamente, acerca de ella. Mike Newton estaba planeando una pelea de nieve en el aparcamiento para después de clases, sin darse cuenta de que ya había comenzado a llover. El alboroto de los suaves copos de nieve contra el techo se había convertido en más comunes golpeteos de gotas. ¿De verdad él no podía oír eso? A mi me parecía bastante ruidoso.
Cuando terminó la hora del almuerzo, permanecí en mi asiento. Los humanos formaron filas para salir, y yo traté de distinguir el sonido de sus pisadas de entre los demás, como si hubiera algo importante o inusual en ellas. Qué estúpido.
Mi familia no hizo movimiento alguno para salir. Esperaron a ver qué haría yo.
¿Iría a clases, me sentaría a su lado donde podría oler la absurdamente potente esencia de su sangre y sentir el calor de su pulso en el aire, en mi piel? ¿Era lo suficientemente fuerte para eso? ¿O había tenido suficiente por este día?
- Creo…que estará todo bien. – Dijo Alice, vacilante. – Tu mente está decidida. Creo que lograrás pasar de esta hora.
Pero Alice sabía bien cuán rápido podía cambiar la mente.
- ¿Por qué forzarte, Edward? – Preguntó Jasper. Aunque el no quería sentirse satisfecho por el hecho de que era yo el débil ahora, podía escuchar eso, sólo un poco. – Ve a casa, tómalo con calma.
- ¿Cuál es el gran problema? – Emmett discrepó. – Si la mata o no la mata tendrá que superarlo de todas formas.
- No me quiero mudar aún – Se quejó Rosalie. – No quiero empezar todo de nuevo. Ya casi terminamos el instituto, Emmett. Finalmente.
Yo me debatía en la decisión. Quería, quería gravemente, enfrentar esto en vez de salir corriendo otra vez. Pero no me quería arriesgar mucho, tampoco. Jasper había cometido un error la semana pasada al pasar tanto tiempo sin cazar; ¿Esto fue solo un insustancial error?
No quería desarraigar a mi familia. Ninguno de ellos me lo agradecería. Pero quería ir a mi clase de Biología. Me di cuenta de que quería ver su rostro otra vez.
Eso era lo que decidía por mí. Esa curiosidad. Estaba enojado conmigo mismo por sentirla. ¿Acaso no me había prometido que no dejaría que el silencio de la mente de la chica me haría sentir indebidamente interesado en ella? Y aún así, aquí estaba, mucho más que indebidamente interesado.
Quería saber qué estaba pensando. Su mente estaba cerrada, pero sus ojos muy abiertos. Quizás podría leerlos en vez de a su mente.
- No, Rose, creo que de verdad estará bien. – Dijo Alice. – Se está…poniendo muy firme. Estoy un noventa y tres por ciento segura que nada malo va a pasar si él va a clases. – Me miró inquisitivamente, preguntándose qué había cambiado en mis pensamientos que había hecho su visión del futuro más segura.
¿Sería suficiente la curiosidad para mantener viva a Bella Swan?
Emmett tenía razón. ¿Por qué no seguir con esto? Enfrentaría la tentación cara a cara.
- Vayan a clases. – Ordené, alejándome de la mesa. Me giré y me alejé a trancos sin mirar atrás. Podía oír la preocupación de Alice, la censura de Jasper, la aprobación de Emmett y la irritación de Rosalie, arrastrándose detrás de mí.
Respiré profundo una vez más en la puerta de la sala de clases, y luego sostuve la respiración al caminar dentro del pequeño, cálido espacio.
No estaba atrasado. El Sr. Banner aún estaba preparando el laboratorio de hoy. La chica estaba sentada en mí —en nuestra mesa, con su rostro agachado de nuevo, mirando la carpeta en la que estaba garabateando. Examiné el bosquejo mientras me acercaba, interesado incluso en esta trivial creación de su mente, pero fue en vano. Sólo unos diseños al azar de círculos encima de más círculos. Quizás no se estaba concentrando en el modelo, pero ¿pensando en algo más?
Moví mi silla hacia atrás con innecesaria aspereza, arrastrándola a través del linóleo; los humanos siempre se sienten más cómodos cuando el ruido anuncia que alguien se acerca.
Sabía que ella oiría el sonido; no levantó la vista, pero su mano se distrajo y se salió del esquema que estaba dibujando, dejándolo desequilibrado.
¿Por qué no levantó la vista? Probablemente estaba asustada. Debía asegurarme de dejarla con una diferente impresión esta vez. Hacerla pensar que se había imaginado todo.
- Hola – Dije con aquella voz tranquila que utilizaba cuando quería hacer sentir cómodo a alguien, formando una cortés sonrisa con mis labios de forma que no mostrara ningún diente.
Entonces levantó la mirada, sus grandes ojos marrones lucían asustados—casi desconcertados—y llenos de silenciosas preguntas. Era la misma expresión que había estado obstruyendo mi visión la semana pasada.
Mientras miraba dentro de esos extrañados y profundos ojos marrones, me di cuenta que el odio—el odio que imaginé merecía esta chica sólo por el hecho de existir—se había evaporado. Sin respirar, sin sentir su esencia, era difícil creer que alguien tan vulnerable pudiera proyectar tanto odio.
Sus mejillas comenzaron a ruborizarse, y no dijo nada.
Le sostuve la mirada, enfocándome sólo en sus profundas dudas, y traté de ignorar el apetitoso color de su piel. Tenía suficiente aire para hablar por un rato sin inhalar.
- Me llamo Edward Cullen – Dije, aunque sabía que ella ya sabía eso. Era la forma más cortés de continuar. – No tuve la oportunidad de presentarme la semana pasada. Tú debes ser Bella Swan.
Parecía confusa—ahí estaba ese pequeño fruncimiento de ceño entre sus ojos de nuevo.
Le tomó medio segundo más de lo normal en responder.
- ¿Cómo sabes mi nombre? – Preguntó y su voz tartamudeó un poco.
Debo haberla aterrorizado. Eso me hizo sentir culpable; era tan indefensa. Me reí amablemente—fue un sonido que sabía la haría sentir más cómoda. De nuevo, tuve cuidado con mis dientes.
- Creo que todo el mundo sabe tu nombre. – Seguramente se había dado cuenta que se había convertido en el centro de atención de este monótono lugar. – El pueblo entero te esperaba.
Frunció el ceño como si esta información fuera desagradable. Supongo, que siendo tímida como ella parecía ser, demasiada atención sería algo malo para ella. La mayoría de los humanos sentían todo lo contrario. Aunque ellos no querían permanecer fuera de la manada, al mismo tiempo en que anhelaban proyectar su individual uniformidad.
- No – Dijo. – Me refería a que me llamaste Bella.
- ¿Prefieres Isabella? – Pregunté, perplejo por el hecho de que no podía ver a dónde quería ir con esta pregunta. No entendía. Seguramente, había dejado clara su preferencia muchas veces su primer día aquí. ¿Todos los humanos eran tan incomprensibles sin el contexto mental como guía?
- No, me gusta Bella. – Respondió, ladeando su cabeza un poco hacia el lado. Su expresión—si estuviera leyéndola correctamente—se estaba debatiendo entre la vergüenza y la confusión. – Pero creo que Charlie, quiero decir, mi padre, debe de llamarme Isabella a mis espaldas, porque todos me llaman Isabella. – Su piel se oscureció en un rosado intenso.
- Oh – Dije lastimosamente, y rápidamente desvié mi mirada de su rostro.
Entonces me di cuenta de lo que significaban sus preguntas: Había fallado—cometí un error. Si no hubiera estado tan atento escuchando detrás de las cabezas de todos el primer día en que ella apareció, la hubiera llamado por su nombre completo, como todos los demás. Ella notó la diferencia.
Sentí una punzada de inquietud. Fue muy fácil para ella darse cuenta de mi error. Algo astuta, especialmente para alguien que supuestamente estaba aterrorizada por mi proximidad.
Pero tenía mayores problemas que cualquier sospecha que pudiera tener sobre mí, en su cabeza.
Me faltaba el aire. Si le iba a hablar de nuevo, tendría que inhalar. Sería difícil evitar hablar. Desafortunadamente para ella, compartir esta mesa conmigo la hizo mi compañera de laboratorio, y hoy tendríamos que trabajar juntos. Sería incómodo—e incomprensiblemente grosero de mi parte—ignorarla mientras trabajábamos. Sería más sospechoso y la asustaría más aún.
Me alejé de ella lo más que pude sin mover mi silla, girando mi cabeza afuera hacia el pasillo. Me apoyé, congelando mis músculos en su lugar, y entonces absorbí una rápida bocanada de aire, respirando solamente por la boca.
¡Ahh!
Fue verdaderamente doloroso. Incluso sin olerla, podía sentir su sabor en mi lengua. Mi garganta estaba repentinamente en llamas de nuevo, anhelando absolutamente cada parte de ella tan fuertemente como el primer momento en que capté su esencia, la semana pasada.
Cerré fuertemente mis dientes y traté de recomponerme.
- Empezad – Ordenó el Sr. Banner.
Se sintió como si hubiera puesto en práctica todo mi autocontrol que había guardado en setenta años para volver a mirarla, quien estaba mirando la mesa de nuevo, y sonreír.
- ¿Las damas primero, compañera? – Le ofrecí.
Levantó la mirada a mi expresión y su rostro quedó en blanco, sus ojos se abrieron.
¿Había algo malo en mi expresión? ¿Estaba asustada de nuevo? Ni siquiera habló.
- Puedo empezar yo si lo deseas. – Dije tranquilamente.
- No. – Me dijo, y su rostro pasó del blanco al rojo nuevamente. – Yo lo hago. -
Me quedé mirando el equipo en la mesa, el estropeado microscopio, la caja con las diapositivas, en vez de mirar la sangre arremolinarse bajo su clara piel. Tomé otro rápido respiro, entre mis dientes, e hice una mueca de dolor mientras su sabor me quemaba la garganta.
- Profase. – Dijo rápidamente después de una rápida examinada. Comenzó a remover la diapositiva, aunque apenas la había mirado.
- ¿Te importa si lo miro? – Instintivamente—estúpidamente, como si yo fuera uno de los de su especie—alcancé su mano para detenerla de remover la diapositiva. Por un segundo, el calor de su piel quemó la mía. Fue como una corriente eléctrica—obviamente mucho más caliente que unos pocos grados, noventa y ocho punto seis aproximadamente. El calor pegó en mi mano y luego subió por mi brazo. Ella alejó su mano de la mía.
- Lo siento. – Murmuré entre dientes. Necesitaba algo qué mirar, así que agarré el microscopio y miré rápidamente por el lente. Ella tenía razón.
- Profase. – Asentí.
Todavía estaba muy incómodo como para mirarla. Respirando lo más tranquilamente como me era posible por entre mis dientes y tratando de ignorar la ardiente sed, me concentré en la simple tarea, escribiendo las palabras en la línea apropiada en la hoja, y luego cambiando la primera diapositiva por la segunda.
¿Qué estaría pensando ahora? ¿Qué habrá sentido ella, cuando le toqué la mano? Mi piel debió sentirse fría como el hielo—repulsiva. Con razón estaba tan callada.
Miré la diapositiva.
- Anafase. – Me dije a mi mismo mientras escribía en la segunda línea.
- ¿Puedo? – Preguntó.
La miré, sorprendido de ver que ella estaba esperando expectante, con una mano medio inclinada hacia el microscopio. No se veía asustada. ¿Realmente creía que había respondido mal?
No pude evitar sonreír a la esperanzada mirada en su rostro mientras deslizaba el microscopio hacia ella.
Ella miró por el lente con una impaciencia que pronto se desvaneció. Las esquinas de su boca se inclinaron hacia abajo.
- ¿Me pasas la diapositiva número tres? – Preguntó, manteniendo la vista en el microscopio, pero sosteniendo una mano hacia afuera. Dejé caer la próxima diapositiva en su mano, procurando que mi piel no fuera a tocar la de ella. Sentarme a su lado fue como sentarme al lado de una estufa. Me podía sentir a mi mismo entibiándome levemente a una temperatura más alta.
No miró mucho tiempo la diapositiva.
– Interfase – Dijo en un tono despreocupado— quizás esforzándose un poco en tratar de sonar así—y empujó el microscopio hacía mí. Ella no tocó el papel, sino que esperó a que yo escribiera la respuesta. Revisé la diapositiva y ella estaba en lo correcto, de nuevo.
Y así terminamos la tarea, hablando una palabra a la vez y sin mirarnos en ningún momento. Éramos los únicos que habíamos terminado—los demás estaban teniendo serios problemas con la tarea. Mike Newton parecía tener problemas concentrándose—estaba tratando de mirar qué hacíamos Bella y yo.
Desearía que se hubiera quedado a donde quiera que fuera, pensó Mike, dirigiendo hacia mí una mirada furiosa. Hmm, interesante. No me había dado cuenta que este chico había comenzado a guardarme cierto rencor. Y aún más interesante, encontré—para mi sorpresa— que el sentimiento era mutuo.
Miré nuevamente a la chica, desconcertado por la amplia gama de estrago y agitación que, a pesar de ser tan común y de una apariencia poco amenazadora, ella estaba causando en mi vida.
Tampoco era que yo no pudiera ver a qué se refería Mike. En verdad ella era algo bonita… en una forma inusual. Mejor que ser bella, su rostro era interesante. No absolutamente simétrico—su delgada barbilla fuera de balance con sus anchos pómulos; incluso en el color—la luz y la sombra contrastaban en su rostro y su cabello; y sus ojos, rebosantes de silenciosos secretos…
Ojos que repentinamente se clavaron en los míos.
La miré fijamente, tratando de adivinar al menos un secreto.
- ¿Acabas de ponerte lentillas? – Me preguntó abruptamente.
Que pregunta más extraña.
– No – Casi sonreí a la idea de mejorar mi vista.
- Oh. – Musitó. – Te veo los ojos distintos.
Me sentí extrañamente helado de nuevo al darme cuenta de que aparentemente no era el único tratando de averiguar secretos el día de hoy.
Me encogí, mis hombros se enderezaron, y miré adelante en donde el profesor estaba haciendo sus rondas.
Por supuesto que había algo diferente en mis ojos desde la última vez que ella los vio. Al prepararme para esta dura prueba, para esta tentación, pasé todo el fin de semana cazando, saciando mi sed todo lo posible, exagerando en realidad. Me harté de sangre de animales, no es que hiciera mucha diferencia en el indignante sabor flotando a su alrededor. La última vez que la miré mis ojos estaban negros por la sed. Ahora, con mi cuerpo satisfecho de sangre, mis ojos eran de un cálido dorado. Ámbar claro con mi excesiva tentativa para apagar mi sed.
Otro error. Si hubiera sabido a lo que se refería con su pregunta, le hubiera dicho que sí.
Me he sentado entre humanos por dos años en este instituto, y ella ha sido la primera en examinarme lo bastante cerca para darse cuenta del color de mis ojos. Los demás, mientras admiraban la belleza de mi familia, tienden a mirar hacia otro lado rápidamente en cuanto los miraba. Ellos se alejaban, bloqueando los detalles de nuestra apariencia con un instintivo esfuerzo por mantenerse fuera de tratar de entender. Ignorancia era la dicha de la mente humana.
¿Por qué tenía que ser justamente ella la que se diera cuenta?
El Sr. Banner se acercó a nuestra mesa. Agradecido inhalé la brisa de aire limpio que trajo con él antes de que se mezclara con su esencia.
- En fin, Edward – dijo, mirando nuestras respuestas, – ¿No crees que deberías dejar que Isabella también mirase por el microscopio? -
- Bella – Lo corregí automáticamente. – En realidad, ella identificó tres de las diapositivas.
Los pensamientos del Sr. Banner eran escépticos mientras se giraba para mirar a la chica.
- ¿Has hecho antes esta práctica de laboratorio? -
La observé, absorto, mientras ella sonreía, luciendo algo avergonzado.
- Con la raíz de una cebolla, no.
- ¿Con una blástula de pescado blanco? – Preguntó el Sr. Banner.
- Sí.
Esto lo sorprendió. El laboratorio de hoy era algo que había planeado para un curso más avanzado. El cabeceó cuidadosamente. – ¿Estabas en un curso avanzado en Phoenix? -
- Sí -
Entonces, ella estaba avanzada, inteligente para un humano. Esto no me sorprendió.
- Bueno – El Sr. Banner dijo después de una pausa. – Supongo que es bueno que ambos seáis compañeros de laboratorio – Giró y se alejó de nosotros murmurando, – Así los otros chicos tienen la oportunidad de aprender algo por sus propios medios. – casi en un susurro.
Dudo mucho que la chica lograra oír algo. Ella comenzó a garabatear círculos en su carpeta de nuevo.
Dos fallos en media hora. Una mala impresión de mi persona. Aunque no tenía idea de lo que ella pensaba de mí— ¿qué tan asustada estaba, qué era lo que sospechaba?—sabía que necesitaba un mayor esfuerzo para dejarla con una nueva y mejor impresión de mí. Algo para borrar de su memoria nuestro feroz último encuentro.
- Es una lástima, lo de la nieve, ¿no? – Dije, repitiendo la pequeña conversación que había oído a una docena de estudiantes hoy. Una aburrida, típica conversación. El clima— siempre seguro.
Ella me miró con una obvia duda en sus ojos—una reacción anormal a mis normales palabras.
– En realidad, no – me dijo, sorprendiéndome de nuevo.
Traté de guiar la conversación de vuelta a unos campos más seguros. Ella venía de un lugar mucho más brillante y cálido—su piel parecía reflejar todo eso de alguna manera, a pesar de su imparcialidad—y el frío debe incomodarle. Mi helado contacto seguramente lo hizo…
- A ti no te gusta el frío – Adiviné.
- Tampoco la humedad – Asintió.
- Para ti, debe de ser difícil vivir en Forks. – Quizás no debiste haber venido aquí, quise agregar. Quizás debieras volver a donde perteneces.
En todo caso, no estaba seguro de que fuera eso lo que yo quería. Siempre recordaría la esencia de su sangre— ¿había alguna garantía de que eventualmente no la seguiría? Además, si ella se fuera, su mente sería por siempre un misterio para mí. Un constante, persistente rompecabezas.
- Ni te lo imaginas. – dijo en una baja voz, frunciendo un poco el ceño.
Sus respuestas nunca eran lo que yo esperaba. Me hacían querer preguntar más cosas.
- En tal caso, ¿por qué viniste aquí? – Pregunté, notando instantáneamente que el tono de mi voz era algo acusador, no tan casual para una conversación. La pregunta sonó descortés, entrometida.
- Es…complicado. -
Ella parpadeó, dejando la conversación inconclusa, y yo casi exploté de la curiosidad—la curiosidad quemaba tanto como la sed en mi garganta. En realidad, noté que se estaba haciendo mucho más fácil respirar; la agonía se había convertido en algo mucho más familiar.
- Creo que voy a poder seguirte. – Insistí. Quizás una común cortesía la mantendría respondiendo mis preguntas mientras yo no fuera demasiado grosero al preguntarlas.
Ella miraba sus manos silenciosamente. Esto me hizo sentir impaciente; quería poner mi mano debajo de su barbilla y obligarla a mirarme para así poder leer sus ojos. Pero sería estúpido de mi parte—peligroso—tocar su piel otra vez.
Repentinamente levantó la vista. Fue un alivio poder ver las emociones en sus ojos de nuevo. Habló muy rápido, se le confundían las palabras.
- Mi madre se ha casado.
Ah, esto era lo suficientemente humano para poder entenderlo. La tristeza pasó por sus claros ojos y trajo de vuelta el ceño fruncido.
- No me parece tan complicado – Discrepé. Mi voz sonó gentil sin esforzarme para que así fuera. Su tristeza me hacía sentir extrañamente desamparado, deseando poder hacerla sentir mejor. Un impulso extraño. – ¿Cuándo ha sucedido eso? -
- El pasado mes de Septiembre – Dijo con un suspiro. Contuve la respiración mientras su cálido aliento rozaba mi rostro.
- Pero él no te gusta. – Supuse, tratando de conseguir más información.
- No, Phil es un buen tipo. – dijo, corrigiendo mi suposición. Había un rastro de una sonrisa alrededor de sus labios. – Demasiado joven, quizá, pero amable.
Esto no encajaba en el escenario que había estado construyendo en mi cabeza.
- ¿Por qué no te quedaste con ellos? – Pregunté, mi voz sonó demasiado curiosa. Sonó como si estuviera siendo entrometido. Aunque debo admitir que lo era.
- Phil viaja mucho. Es jugador de béisbol profesional. – La pequeña sonrisa se hizo más pronunciada; la elección de esta carrera parecía ser divertida para ella.
Yo también sonreí, sin pensarlo. No estaba tratando de hacerla sentir mejor. Su sonrisa sólo me hizo sonreír en respuesta—para unirme a su secreto.
- ¿Debería sonarme su nombre? – Recorrí todas las listas de jugadores profesionales en mi cabeza, preguntándome cual de todos era su Phil…
- Probablemente no. No juega bien. – Otra sonrisa. – Sólo compite en la liga menor. Pasa mucho tiempo fuera.
Las listas en mi cabeza se desvanecieron instantáneamente, y tabulé una lista de posibilidades en menos de un segundo. Al mismo tiempo, me estaba imaginando un nuevo escenario.
- Y tu madre te envió aquí para poder viajar con él. – Dije. Al hacer suposiciones parecía conseguir más información que al hacer preguntas. Funcionó de nuevo. Su barbilla sobresalió, y su expresión de pronto se tornó obstinada.
- No, no me envió aquí. – Dijo, y su voz tenía una nueva y fuerte protección. Mi suposición la había molestado, sólo que no podía ver cómo. – Fue cosa mía. -
No podía adivinar a qué se refería, o la fuente de su despecho. Estaba totalmente perdido.
Así que me rendí. Ella simplemente no tenía sentido. Ella no era como otros humanos. Tal vez el silencio de sus pensamientos y el perfume de su esencia no eran la única cosa inusual en ella.
- No lo entiendo. – Admití, odiando tener que rendirme.
Ella suspiró, y me sostuvo la mirada por mucho más tiempo que la mayoría de los humanos normales podían soportar.
- Al principio, mamá se quedaba conmigo, pero le echaba mucho de menos. – explicó lentamente, su tono se iba volviendo más desesperado con cada palabra.– La separación la hacía desdichada, por lo que decidí que había llegado el momento de venir a vivir con Charlie.-El pequeño fruncimiento de su ceño se profundizó.
- Pero ahora, tú eres desgraciada. – Murmuré. No podía parar de hablar de mis hipótesis, esperando aprender más de sus reacciones. Esta, sin embargo, no parecía muy lejana de reconocer.
- ¿Y? – dijo, como si esto no fuera un aspecto que debiera considerarse.
Continué mirándola, sintiendo que finalmente había obtenido mi primera ojeada real dentro de su alma. Vi en esa sola palabra dónde se estaba ubicando a ella misma entre sus propias prioridades. Al contrario de la mayoría, sus propias necesidades estaban al final de la lista.
Ella estaba lejos de ser egoísta.
Mientras veía esto, el misterio de la persona escondida dentro de esta silenciosa mente comenzó a aclararse un poco.
- No parece demasiado justo. – Le dije. Me encogí, tratando de parecer casual, tratando de encubrir la intensidad de mi curiosidad.
Ella se rió, pero no había alegría en aquél sonido.
– ¿Es que no te lo ha dicho nadie? La vida no es justa.
Quería reírme a sus palabras, pero yo tampoco sentía alegría. Sabía un poco sobre la injusticia de la vida.
– Creo haberlo oído antes.
Me miró, pareciendo confusa de nuevo. Sus ojos oscilaron lejos y luego volvieron a mirarme.
- Bueno, eso es todo. – me dijo.
Pero no estaba listo para dejar que esta conversación terminara. La pequeña V entre sus ojos, un resto de su tristeza, me molestó. Quería alisarlo con mis dedos. Pero, por supuesto, no podía tocarla. Era inseguro en tantas maneras.
- Das el pego, – hablé lentamente, todavía considerando esta próxima hipótesis. – pero apostaría a que sufres más de lo que aparentas.
Hizo una mueca, sus ojos se achicaron y su boca se dobló formando un puchero, y luego desvió la vista hacia el frente de la clase. No le gustaba cuando adivinaba correctamente. Ella no era el mártir promedio—no quería una audiencia a su dolor.
- ¿Me equivoco?
Se estremeció levemente, pretendiendo ignorarme.
Eso me hizo sonreír.
– Creo que no.
- ¿Y a ti qué te importa? – exigió, aún mirando hacia adelante.
- Muy buena pregunta. – Admití, más a mi mismo que respondiéndole.
Su perspicacia era mejor que la mía—ella fue directa al grano mientras yo me andaba en rodeos, caminando como un ciego buscando pistas. Los detalles de su muy humana vida no debían importarme. Era un error preocuparme de qué pensaba. Mas allá de proteger a mi familia de la sospecha, los pensamientos humanos no significaban nada.
No estaba acostumbrado a ser el menos intuitivo. Confiaba demasiado en mi don— claramente no era tan perceptivo como pensaba.
La chica suspiró y lanzó una mirada fulminante hacia el frente de la clase. Había algo gracioso en su expresión frustrada. Toda la situación, toda la conversación era graciosa. Nunca nadie había estado tan cerca del peligro como esta pequeña niña—en cualquier momento podría distraerme por mi ridícula absorción en la conversación, inhalar por mi nariz y atacarla antes de que me pudiera detener—y ella estaba irritada porque no le había respondido a su pregunta.
- ¿Te molesto? – pregunté, sonriendo a lo absurdo de la situación.
Me miró rápidamente, y sus ojos parecieron estar atrapados bajo mi mirada.
- No exactamente, – me dijo. – Estoy más molesta conmigo. Es fácil ver lo que pienso. Mi madre me dice que soy un libro abierto.
Se encogió, contrariada.
La miré asombrado. La razón por la que ella estaba molesta era porque creía que podía ver a través de ella demasiado fácil. Qué irónico. Nunca me había esforzado tanto por entender a alguien en toda mi vida—o mejor dicho, mi existencia, porque vida difícilmente era la palabra correcta.
Yo en realidad no tenía una vida.
- Nada de eso. – Discrepé, sintiéndome extrañamente… cuidadoso, como si hubiera algún peligro escondido aquí que no fuera capaz de ver. Estaba repentinamente alerta, la premonición me había puesto ansioso. – Me cuesta leerte el pensamiento.
- Ah, será que eres un buen lector de mentes. – contestó, creando su propia teoría, que otra vez, era cierta.
- Por lo general, sí.
Le sonreí abiertamente, dejando que mis labios de encogieran mostrando las filas de destellantes, y filosos dientes detrás de ellos.
Fue algo muy estúpido, pero estaba abrupta e inesperadamente desesperado por obtener algún tipo de advertencia a través de ella. Su cuerpo estaba más cerca del mío que hace un momento, habiendo girado inconscientemente en el curso de nuestra conversación. Todas las pequeñas señales que hubieran sido suficientes para asustar al resto de la humanidad no parecían funcionar con ella. ¿Por qué no se alejaba de mí, corriendo aterrorizada? Obviamente ella había visto lo suficiente de mi lado oscuro para darse cuenta del peligro, intuitivamente como parecía ser.
No alcancé a fijarme si mi advertencia había tenido el efecto correcto. El Sr. Banner llamó la atención de la clase justo en ese momento y ella desvió su atención de mí inmediatamente.
Parecía un poco aliviada por la interrupción, así que quizá lo entendió inconscientemente.
Espero que lo haya hecho.
Reconocí la fascinación creciendo dentro de mí, incluso cuando traté de arraigarla. No me podía permitir encontrar interesante a Bella Swan. O mejor, ella no podía permitir eso. Ya estaba ansioso por otra oportunidad de hablar con ella. Quería saber más de su madre, su vida antes de venir aquí, su relación con su padre. Todos los insignificantes detalles que hicieran aflorar mucho más su carácter. Pero cada segundo que pase con ella fue un error, un riesgo que ella no debería tomar.
Distraídamente, sacudió su cabello justo en el momento en que me había permitido respirar. Una particular brisa concentrada de su esencia me golpeó en la garganta.
Fue como el primer día—como la bola de una grúa de demolición. El dolor de la quemazón me hizo sentir mareado. Me tuve que agarrar a la mesa para mantenerme en mis casillas, otra vez. Esta vez, tenía un poco más de control. Al menos, no rompí nada. El monstruo gruñó dentro de mí, pero no hubo ningún placer en mi dolor. Estaba demasiado bien controlado. Por el momento.
Paré de respirar, y me alejé de ella lo más que pude, todo al mismo tiempo.
No, no me podía permitir encontrarla fascinante. Mientras más interesante la encontraba, era más probable de que la matara. Ya había cometido dos errores el día de hoy. ¿Cometería un tercero, uno que no fuera insignificante?
Tan pronto en cuanto sonó la campana, huí del salón de clases probablemente destruyendo cualquier impresión de cortesía que había construido a medias en el transcurso de esta hora. Otra vez, jadeé al limpio y húmedo aire de afuera como si fuera una poción sanadora. Me apuré a tomar mucha distancia entre la chica y yo, lo más posible.
Emmett me esperó fuera de la clase de español. Leyó mi salvaje expresión al instante.
¿Cómo te fue? Me preguntó cauteloso.
- Nadie murió. – Murmuré.
Supongo que eso es algo. Cuando vi a Alice allí zanjando la cuestión, pensé…
Mientras caminábamos a la clase, vi en su memoria de tan solo unos momentos atrás, mirando por la puerta abierta de su última clase: Alice caminando enérgicamente con el rostro en blanco a través del patio hacia el edificio de ciencias. Sentí su urgencia por levantarse y acompañarla, y luego su decisión de quedarse allí. Si Alice necesitara ayuda, la habría pedido…
Cerré mis ojos horrorizado y disgustado mientras me sentaba.
– No me había dado cuenta que había estado así de cerca. No pensé que fuera a…No noté que fuera a ser tan grave. – Susurré
No lo fue, me aseguró nuevamente. Nadie murió, ¿verdad?
- Correcto. – Le dije entre dientes. – Esta vez, no.
Quizá con el tiempo será todo más fácil.
- Seguro.
O, tal vez la matarás. Se encogió. No serías el primero en meter la pata. Nadie te juzgará. A veces una persona sólo huele demasiado bien. Estoy impresionado que hayas durado tanto.
- No estás ayudando, Emmett.
Estaba atónito con su aceptación de la idea de que en realidad mataría a la chica, que era inevitable. ¿Acaso era su culpa que oliera tan bien?
Sólo sé, que cuando me pasó a mi…, recordó, llevándome atrás con él medio siglo, a un oscuro callejón, donde una mujer de mediana edad estaba quitando unas sábanas secas de una cadena amarrada entre unos manzanos. La esencia de las manzanas colgaba fuertemente en el aire—la cosecha había terminado y las frutas rechazadas fueron dispersadas en el piso, los moretones en su piel soltando su fragancia en densas nubes. Un fresco campo de césped era el fondo a esa esencia, una armonía. Él caminó ladera arriba, olvidando a la mujer por completo, en un recado de Rosalie. El cielo arriba era de un color púrpura, y anaranjado por encima de los árboles. Él hubiera continuado con el mandato y no hubiera habido razón alguna para recordar aquella tarde, excepto por una repentina brisa nocturna que hizo volar las sábanas blancas como velas de un barco y aventó la esencia de la mujer directo al rostro de Emmett.
– Ah – gemí silenciosamente. Como si el recuerdo de mi propia sed no fuera suficiente.
Lo sé. No duré ni medio segundo. Ni siquiera pensé en resistirme.
Su memoria se volvió demasiado explícita para soportarlo.
Me puse de pie, mis dientes fuertemente cerrados como para cortar acero con ellos.
- ¿Estás bien, Edward? – Preguntó la señora Goff, asustada por mi repentino movimiento.
Podía ver mi rostro en su mente, y sabía que me veía lejos de estar bien.
- Me perdona – Murmuré, mientras me lanzaba puerta afuera.
- Emmett ¿por favor, puedes tu ayudar a tu hermano? – ella preguntó, gesticulando desamparada hacia mi mientras salía del salón de clases. **(Nótese que las preguntas de la profesora Goff no están mal traducidas. Están tal cual como en la lectura en inglés. Ella es profesora de Español, pero obviamente su español no es muy perfecto que digamos…)
- Seguro – Lo oí decir. Y entonces estaba justo a mi lado.
Me siguió hasta el lugar más lejano del edificio, en donde me alcanzó y puso su mano en mi hombro.
Sacudí su mano con una fuerza innecesaria. Habría roto los huesos de la mano de un humano, y los huesos unidos al brazo también.
- Lo siento, Edward.
- Lo sé. – solté profundos gritos ahogados al aire, tratando de aclarar mi cabeza y mis pulmones.
- ¿Tan malo es? – preguntó, tratando no pensar en la esencia y el sabor de su memoria mientras preguntaba, pero sin conseguirlo.
- Peor, Emmett, peor.
Se quedó tranquilo un momento.
Tal vez…
- No, no sería mejor si terminara con esto de una vez. Vuelve a clases, Emmett. Quiero estar solo.
Se dio vuelta sin decir una palabra o pensamiento y se alejó rápidamente. Le diría a la profesora de Español que yo estaba enfermo, o desertando, o un vampiro peligrosamente fuera de control. ¿Esta excusa realmente importaba? Quizás no volvería. Tal vez debía irme.
Fui a mi auto de nuevo, a esperar que terminaran las clases. A esconderme. De nuevo.
Debería haber pasado mi tiempo tomando decisiones o tratando de reafirmar mi resolución, pero, como un adicto, me encontré buscando entre la interferencia de pensamientos emanando desde los edificios del instituto. Las familiares voces sobresalieron, pero no estaba interesado en escuchar las visiones de Alice o las quejas de Rosalie en este momento. Encontré a Jessica fácilmente, pero la chica no estaba con ella, así que continué buscando. Los pensamientos de Mike Newton captaron mi atención, y la localicé al fin, en el gimnasio con él. Él no estaba contento, porque yo había hablado con ella hoy en biología. El estaba caldeando el terreno sobre la respuesta de ella cuando de pronto trajo el tema…
Nunca lo había visto hablar con nadie más de una palabra aquí o allá. Por supuesto que él decidiría encontrar interesante a Bella. No me gusta la forma en que la mira. Pero ella no parece muy emocionada con él. ¿Que fue lo que dijo? “Me preguntó qué bicho le habrá picado el lunes pasado”. Algo así. No sonó como que le importara. No pudo haber sido una gran conversación…
Hablaba solo de su pesimismo. Animado por la idea de que Bella no estaba interesada en su intercambio conmigo. Esto me molestó un poco más de lo aceptable, así es que paré de escucharlo.
Puse un CD de música violenta en el estéreo, y luego subí el volumen hasta que ahogó las otras voces. Me tenía que concentrar en la música con todas mis fuerzas para no volver a entrometerme en los pensamientos de Mike, para espiar a la insospechada chica…
Hice trampa un par de veces, mientras la hora llegaba a su cierre. Sin espiar, traté de convencerme. Me estaba preparando. Quería saber el momento exacto en que ella saliera del gimnasio, cuando llegara al aparcamiento. No quería que me tomara por sorpresa.
Mientras los estudiantes comenzaban a salir por las puertas del gimnasio, salí de mi auto, sin saber por qué. La lluvia era suave—ignoré como lentamente mojaba mi cabello.
¿Quería que ella me viera aquí? ¿Acaso esperaba esperanzado a que ella se acercara a hablarme? ¿Qué diablos estaba haciendo?
No me moví, pero intenté convencerme de volver al auto, sabiendo que mi comportamiento era reprensible. Mantuve mis brazos cruzados en mi pecho y respiré muy bajo mientras la miraba caminar lentamente hacia mi, su boca se dobló hacia abajo en las esquinas.
No me miró. Un par de veces miró las nubes con una mueca, como si las nubes la hubieran ofendido.
Estaba decepcionado cuando alcanzó su auto antes de que me pasara. ¿Me habría hablado? ¿Le habría hablado yo a ella?
Se metió en su desteñido monovolumen Chevy, un desarraigado almanaque que era más viejo que su padre. La miré mientras encendía su camioneta—el viejo motor rugió más fuerte que cualquier otro vehículo en el lote—y entonces sostuvo sus manos hacia las rejillas de la calefacción. El frío era incómodo para ella—no le gustaba. Peinó su cabello con sus dedos, acercando mechones a la ráfaga de aire caliente como si estuviera tratando de secarlo.
Imaginé cómo olería la cabina de esa camioneta, y rápidamente aborté el pensamiento.
Ella miró alrededor preparándose para retroceder, y finalmente se encontró con mi mirada. Me miró casi por medio segundo, y todo lo que pude ver en sus ojos fue sorpresa antes de que girara su mirada hacia la parte trasera de la camioneta fallando en una colisión con el compacto de Erin Teague sólo por unos centímetros.
Miró por el retrovisor, su boca estaba abierta con disgusto. Cuando el otro vehículo la pasó de largo, ella revisó todos los puntos del blindaje dos veces y luego avanzó de a poco tan cautelosamente hasta salir del aparcamiento, que me hizo hacer una mueca. Era como si ella pensara que era peligrosa en su decrépita camioneta.
El pensamiento de Bella Swan siendo peligrosa para cualquiera, no importaba qué estuviera conduciendo, me hizo reír mientras la chica me pasaba, mirando fijamente al frente.
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