BienVenidos

20 de junio de 2009

Furia capitulos 1 y 2


Aquí os dejo el libro de L.J.Smith, Furia, La tercera entrega de Cronicas Vampiricas para que lo podais disfrutar tanto como lo disfruté yo.

Capitulo1

Elena penetró en el claro.
Bajo sus pies, jirones de hojas otoñales se congelaban en la nieve fangosa. Había oscurecido, y aunque la tormenta empezaba a amainar, el bosque se volvía cada vez más frío. Elena no sentía el frío.
Tampoco le importaba la oscuridad. Sus pupilas se abrieron completamente, recogiendo diminutas partículas de luz que habrían sido invisibles para un humano. Distinguió con toda claridad las dos figuras que forcejeaban bajo el gran roble.
Una tenía una oscura cabellera espesa que el viento había revuelto y convertido en un alborotado mar de olas. Era ligeramente más alta que la otra, y aunque no podía ver su rostro, en cierto modo supo que sus ojos eran verdes.
La otra tenía una mata de cabellos oscuros también, pero los suyos
eran más finos y lisos, casi como el pelaje de un animal. Sus labios
estaban tensados hacia atrás, mostrando los dientes con furia, y
la gracia perezosa de su cuerpo estaba reunida en la pose agazapada
de una pantera. Sus ojos eran negros.
Elena los observó durante varios minutos sin moverse. Había olvidado por qué había acudido allí, por qué la habían arrastrado allí los
ecos de la pelea en su mente. Atan poca distancia, el clamor de su rabia,
su odio y su dolor era casi ensordecedor, como gritos silenciosos
surgiendo de los combatientes. Estaban enzarzados en un combate a
muerte.
«Me pregunto cuál de ellos vencerá», pensó. Los dos estaban heridos
y sangraban, y el brazo izquierdo del más alto colgaba en un ángulo
antinatural. Con todo, acababa de empujar al otro contra el tronco
retorcido de un roble, y su furia era tan fuerte que Elena podía
sentirla y paladearla, así como oírla, y sabía que le estaba proporcionando
una fuerza increíble.
Y entonces Elena recordó por qué había ido allí. ¿Cómo podía haberlo
olvidado? Él estaba herido. Su mente la había llamado allí, apaleándola
con ondas expansivas de rabia y dolor. Ella había acudido a
ayudarle, porque ella le pertenecía.
Las dos figuras estaban caídas en el suelo helado ahora, peleando
como lobos, gruñendo. Veloz y silenciosa, Elena fue hacia ellos. El
de los cabellos ondulados y ojos verdes —Stefan, musitó una voz en
su cabeza— estaba encima, con los dedos buscando desesperadamente
la garganta del otro. La cólera inundó a Elena, la cólera y una
actitud protectora. Alargó el brazo entre los dos para asir aquella
mano que intentaba estrangular, para tirar hacia arriba de los dedos.
Ni se le ocurrió que no sería bastante fuerte para hacerlo. Era bastante
fuerte, eso era todo. Arrojó su peso a un lado, arrancando al cautivo
de su oponente. Por si acaso, hizo presión sobre su brazo herido,
derribando al atacante de cara sobre la nieve fangosa cubierta de hojas.
Luego empezó a asfixiarlo por detrás.
Su ataque le había cogido por sorpresa, pero no estaba ni con mucho
vencido. Devolvió el golpe, la mano sana buscando a tientas la
garganta de la muchacha. El pulgar se hundió en su tráquea.
Elena se encontró abalanzándose sobre la mano, yendo a por ella con los dientes. Su mente no lo comprendía, pero el cuerpo sabía qué
hacer. Sus dientes eran una arma y desgarraron la carne, haciendo correr
la sangre.
Pero él era más fuerte que ella. Con una violenta sacudida de los
hombros se liberó y retorció entre sus manos, arrojándola al suelo. Y
entonces fue él quien estuvo encima de ella, con el rostro contorsionado
por una furia animal. Ella le siseó y fue a por sus ojos con sus
uñas, pero él apartó la mano de un golpe.
Iba a matarla. Incluso herido, era con mucho el más fuerte. Sus labios
se habían echado hacia atrás para mostrar dientes manchados ya
de escarlata. Como una cobra, estaba listo para atacar.
Entonces se detuvo, cerniéndose sobre ella, mientras su expresión
cambiaba.
Elena vio que los ojos verdes se abrían de par en par. Las pupilas
que habían estado contraídas en forma de fieros puntitos se ampliaron
de golpe. La miraba fijamente, como si realmente la viera por
primera vez.
¿Por qué la miraba de aquel modo? ¿Por qué no se limitaba a acabar?
Pero la mano férrea sobre su hombro la estaba soltando ya. El
gruñido animal había desaparecido, reemplazado por una expresión
de perplejidad y asombro. Se sentó hacia atrás, ayudándola a sentarse,
sin dejar de mirar su rostro ni un instante.
—Elena —murmuró, la voz quebrándose—. Elena, eres tú.
«¿Es ésa quien soy? —pensó ella—. ¿Elena?»
En realidad, no importaba. Dirigió una veloz mirada en dirección
al viejo roble. Él seguía allí, de pie entre las raíces que sobresalían de
la tierra, jadeando, apoyándose en el árbol con una mano. Él la miraba
con sus ojos infinitamente negros y las cejas contraídas en una expresión
ceñuda.
«No te preocupes —pensó ella—. Yo puedo ocuparme de éste. Es
estúpido.» Luego volvió a arrojarse sobre el joven de ojos verdes.


—¡Elena! —chilló él mientras ella lo derribaba de espaldas.
La mano sana empujó su hombro, sosteniéndola en alto.
—¡Elena, soy yo, Stefan! ¡Elena, mírame!
Ella miraba, y todo lo que veía era el trozo de piel al descubierto
de su cuello. Volvió a sisear, el labio superior retrocediendo para
mostrarle los dientes.
Él se quedó paralizado.
Sintió cómo la conmoción reverberaba por todo el cuerpo del joven,
vio que su mirada se quebraba. El rostro adquirió la misma palidez
que si alguien le hubiera golpeado en el estómago. Sacudió la cabeza
ligeramente sobre el suelo fangoso.
—No —susurró—. Oh, no...
Parecía estárselo diciendo a sí mismo, como si no esperara que
ella le oyese. Alargó una mano hacia su mejilla y ella intentó morderla.
—Ah, Elena... —murmuró él.
Los últimos restos de furia, de deseo animal de matar, habían desaparecido
de su rostro. Tenía los ojos aturdidos, afligidos y entristecidos.
Y era vulnerable. Elena aprovechó el momento para lanzarse sobre
la carne desnuda de su cuello. Él alzó el brazo para detenerla, para
apartarla, pero luego volvió a dejarlo caer.
La miró fijamente por un momento, con el dolor de sus ojos alcanzando
un punto álgido, y luego simplemente se abandonó. Dejó
de pelear por completo.
Ella sintió cómo sucedía, sintió cómo la resistencia abandonaba
su cuerpo. Se quedó tendido sobre el suelo helado con restos de hojas
de robles en el cabello, mirando más allá de ella al cielo negro y
cubierto de nubes.
«Acabalo», dijo su voz cansada en su mente.
Elena vaciló por un instante. Había algo en aquellos ojos que evocaba recuerdos en su interior. Estar de pie bajo la luz de la luna, sentada
en una habitación de un desván... Pero los recuerdos eran demasiado
vagos. No conseguía aferrarlos, y el esfuerzo la aturdía y la mareaba.
Y éste tenía que morir, este de los ojos verdes llamado Stefan.
Porque le había lastimado a él, al otro, al que era la razón de su existencia.
Nadie podía hacerle daño a él y seguir vivo.
Cerró los dientes sobre su garganta y mordió profundamente.
Advirtió al momento que no lo hacía como era debido. No había
alcanzado una arteria o una vena. Atacó la garganta, furiosa ante la
propia inexperiencia. Resultaba satisfactorio morder algo, pero no salía
demasiada sangre. Contrariada, alzó la cabeza y volvió a morder,
sintiendo que el cuerpo de él daba una sacudida de dolor.
Mucho mejor. Había encontrado una vena esta vez, pero no la había
desgarrado lo suficiente. Un pequeño arañazo como aquél no serviría
de nada. Lo que necesitaba era desgarrarla por completo, para
dejar que la suculenta sangre caliente saliera a borbotones.
Su víctima se estremeció mientras ella trabajaba, los dientes arañando
y royendo. Empezaba a sentir cómo la carne cedía cuando unas
manos tiraron de ella, alzándola desde atrás.
Elena gruñó sin soltar la garganta. Las manos eran insistentes, no
obstante. Un brazo rodeó su cintura, unos dedos se enroscaron a sus
cabellos. Forcejeó, aferrándose con dientes y uñas a su presa.
—¡Suéltale! ¡Déjale!
La voz era seca y autoritaria, como una ráfaga de viento frío. Elena
la reconoció y dejó de forcejear con las manos que la apartaban.
Cuando la depositaron en el suelo y ella alzó los ojos para verle, un
nombre acudió a su mente. Damon. Su nombre era Damon. Le miró
fijamente con expresión enfurruñada, resentida por haber sido arrancada
de su presa, pero obediente.
Stefan estaba incorporándose en el suelo, con el cuello rojo de sangre que también corría por su camisa. Elena se lamió los labios,
sintiendo una punzada parecida a un retortijón de hambre pero que
parecía provenir de cada fibra de su ser. Volvía a estar mareada.
—Me pareció —dijo Damon— que dijiste que estaba muerta.
Miraba a Stefan, que estaba aún más pálido que antes, si es que
eso era posible. Aquel rostro blanco estaba lleno de infinita desesperación.
—Mírala —fue todo lo que dijo.
Una mano sujetó la barbilla de Elena, ladeando su rostro hacia
arriba. Ella devolvió directamente la mirada de los oscuros ojos entrecerrados
de Damon. Luego, largos y finos dedos tocaron sus labios,
sondeando entre ellos. Instintivamente, Elena intentó morder,
pero no muy fuerte. El dedo de Damon localizó la afilada curva de un
colmillo y Elena sí que mordió entonces, dando un mordisco parecido
al de un gatito.
El rostro de Damon era inexpresivo, la mirada dura.
—¿Sabes dónde estás? —preguntó.
Elena miró a su alrededor. Árboles.
—En el bosque —dijo con picardía, volviendo a mirarle.
—¿Y quién es ése?
Ella siguió la dirección que indicaba su dedo.
—Stefan —respondió con indiferencia—. Tu hermano.
—¿Y quién soy yo? ¿Sabes quién soy yo?
Ella le sonrió, mostrando sus dientes afilados.
—Claro que lo sé. Eres Damon, y te amo.



Capitulo 2



La voz de Stefan era tranquilamente salvaje. “Eso era lo que querías, ¿No es así, Damon? Y ahora lo tienes. Tenías que volverla como nosotros, como tu. No fue suficiente sólo con matarla.”
Damon no apartó la vista de él. Estaba mirando a Elena intensamente a través de esos ojos encapuchados, aún en rodillas aferrándose a su barbilla. “Es la tercera vez que dices eso, y estoy empezando a cansarme de ello.” Comentó levemente. Despeinado, con poco aliento, aun así se encontraba consciente, en control. “Elena, ¿Acaso yo te maté?”
“Por supuesto que no,” dijo Elena, entrelazando sus dedos en aquellos de su mano libre. Empezaba a impacientarse. De todos modos, ¿De qué estaban hablando? Nadie había sido asesinado.
“Nunca pensé que fueras un mentiroso,” le dijo Stefan a Damon, la amargura de su voz no cambió. “Pensé en casi todo lo demás, pero no en esto. Nunca escuché antes que trataras de cubrirte por ti mismo.”
“En un minuto más,” dijo Damon, “Voy a perder mi temperamento.”
¿Qué mas puedes tratar de hacerme? Le dijo Stefan en contestación. Matarme sería una misericordia.
“Se acabó mi misericordia hace un siglo,” dijo Damon en voz alta. Finalmente, soltó la barbilla de Elena. “¿Qué recuerdas de hoy?” le preguntó a ella.
Elena habló cansadamente, como un niño recitando una lección odiada. “Hoy fue el Día de Celebración de los Fundadores.” Flexionando sus dedos en él, ella miró a Damon. Era lo más que pudo recordar por sí misma, pero no era suficiente. Con esfuerzo, trató de recordar algo más.
“Había alguien en la cafetería… Caroline.” Ella le ofreció el nombre a él, complacida. “Ella iba a leer mi diario en frente de todos, y eso era malo porque…” Elena se fundió con sus memorias y se perdió. “No recuerdo por qué, pero la engañamos.” Ella le sonrió a él calurosamente, conspiracionalmente.
“Oh, ¿Lo ‘hicimos’, no es así?”
“Si. Lo tomaste de ella. Lo hiciste por mí.” Los dedos de su mano libre se deslizaron bajo su chaqueta, buscando la dura esquina cuadrada de su pequeño libro. “Porque me amas,” dijo ella, encontrándolo y rascándolo tímidamente. “Tu me amas, ¿No es así?”
Hubo un sonido tenue del centro del claro. Elena volteó y vio que Stefan había volteado su rostro.
“Elena, ¿Qué pasó después?” La voz de Damon la llamó de regreso.
“¿Después? Después la Tía Judih empezó a discutir conmigo.” Elena remarcó esto por un momento y finalmente se encogió en hombros. “Acerca de… algo. Me enojé. Ella no es mi madre. Ella no puede decirme que hacer.”
La voz de Damon era seca. “No creo que eso vaya a ser un problema ahora. ¿Qué mas?”
Elena suspiró pesadamente. “Después fui por el auto de Matt.” Ella mencionó el nombre reflexivamente, parpadeando su lengua sobre su diente canino. En los ojos de su mente, ella vio una cara apuesta, cabello rubio, hombros fornidos. “Matt.”
“¿Y a donde fuiste con el auto de Matt?”
“Al puente Wickery,” dijo Stefan, volteando hacia ellos. Sus ojos eran desolados.
“No, no a las pensiones,” corrigió Elena, irritada. “A esperar por… mm… lo olvidé. De todos modos, esperé ahí. Entonces… entonces la tormenta comenzó. Viento, lluvia, todo eso. No me gustaba. Me metí en el auto. Pero algo vino tras de mí.”
“Alguien vino tras de ti,” dijo Stefan, mirando a Damon.
“Algo,” insistió Elena. Ella tuvo suficiente de sus interrupciones. “Vamos hacia otro lado, solo nosotros,” le dijo a Damon, arrodillándose de tal manera que su rostro estuviera cerca del suyo.
“En un minuto,” dijo él. “¿Qué clase de cosa fue hacia ti?”
Ella retrocedía, exasperada. “¡No se que tipo de cosa! Era algo que nunca había visto. No como tú o Stefan. Era…” Las imágenes se despedazaron a través de su mente. Niebla fluyendo a través del suelo. El viento chillando. Una forma, blanca, enorme, observándola como si estuviera hecho de la misma neblina. Postrándose sobre ella como una nube dirigida por el viento.
“Tal vez sólo era parte de la tormenta,” dijo ella. “Pero pensé que quería lastimarme. Me alejé de ese lugar.” Jugueteando con el zipper de la chaqueta de cuero de Damon, ella sonrió secretamente y lo miró a través de sus azotes.
Por primera vez, la cara de Damon mostró emociones. Sus labios se retorcieron en una mueca. “Te fuiste.”
“Si. Recuerdo que… alguien… me dijo algo acerca de de agua corriendo. Cosas malvadas no pueden cruzarla. Así que conduje hacia Drowning Creek, a través del puente. Y entonces…” Ella dudó, frunciendo el ceño, tratando de encontrar un sólido recuerdo en la nueva confusión. Agua, ella recordaba el agua. Y alguien gritando. Pero nada más. “Entonces lo crucé,” ella concluyó al fin, brillantemente. “Debí de haberlo hecho, porque estoy aquí. Y eso es todo. ¿Podemos irnos ahora?”
Damon no le respondió.
“El auto sigue en el río,” dijo Stefan. El y Damon se miraron entre ellos como dos adultos teniendo una discusión sobre la cabeza de un incomprendido niño, sus hostilidades se suspendieron por un momento. Elena sintió aumentar sus molestias. Ella abrió la boca, pero Stefan continuó. “Bonnie, Meredith y yo lo encontramos. Fui bajo el agua y lo ví, pero para entonces…”
¿Para entonces, que? Elena continuó.
Los labios de Damon se curvaron simuladamente. “¿Y te rendiste hacia ella? Tú, de todas las personas, debiste haber pensado en lo que pasaría. ¿O la idea era tan repugnante para ti que ni siquiera la consideraste? ¿Hubieras preferido que ella estuviera realmente muerta?”
“¡No tenía pulso, ni respiración!” gritó Stefan. “¡Y ella nunca tuvo suficiente sangre para cambiarla!” Sus ojos se endurecieron. “No de mí de todos modos.”
Elena abrió su boca de nuevo, pero Damon posó dos dedos en ella para mantenerla callada. El dijo sin problemas, “Y ese es el problema ahora- ¿O eres tan ciego para ver eso ahora, también? Me dijiste que viera por ella; vela ahora por ti mismo. Está en shock, irracional. Oh, sí, incluso yo lo admito.” Se detuvo para mostrar una sonrisa ciega antes de continuar. “Es más que la confusión normal después del cambio. Ella necesita sangre, sangre humana, o su cuerpo no tendrá la fuerza para terminar el cambio. Ella morirá.”
¿A qué te refieres con irracional? Elena pensó indignada. “Estoy bien,” dijo ella alrededor de los dedos de Damon. “Estoy cansada, eso es todo. Iba a ir a dormir cuando los oí a ustedes dos peleando, y vine para ayudarte. Entonces tu ni siquiera me hubieras dejado matarte,” ella terminó, disgustada.
“Si, ¿Por qué no lo hiciste?” Dijo Stefan. Estaba mirando a Damon como si pudiera crear hoyos a través de él con sus ojos. Cualquier rastro de cooperación de su parte se había desvanecido. “Hubiera sido lo más fácil de realizar.”
Damon se postró detrás de él, de manera repentina y furiosa, su propia animosidad fluyendo para encontrarse con la de Stefan. Respiraba rápida y ligeramente. “Tal vez no me gusten las cosas fáciles,” el siseó. Entonces él pareció ganar control de sí mismo una vez más. Sus labios se curvearon en enojo, y agregó, “Ponlo de esta manera, mi querido hermano: Si alguien va a tener la satisfacción de matarte, ese seré yo. Nadie más. Planeo terminar el trabajo por mí mismo. Y es algo en lo que soy muy bueno, te lo prometo.”
“Nos lo has mostrado ya,” dijo Stefan calladamente, como si cada palabra lo enfermara.
“Pero esta,” dijo Damon, volteando hacia Elena con ojos brillantes, “Yo no la maté, ¿Por qué debería de? Pude haberla cambiado en cualquier momento que me pareciera.”
“Tal vez porque ella se acaba de comprometer en matrimonio con alguien más.”
Damon levantó la mano de Elena, todavía enrollada con la suya. En el tercer dedo un anillo de oro brilló, colocado con una profunda piedra azul. Elena lo observó, recordando vagamente haberlo visto antes. Entonces se encogió de hombros y se inclinó hacia Damon cansadamente.
“Bueno, ahora,” dijo Damon, mirando debajo de ella, “eso no parece ser un problema, ¿No es así? Pienso que ella debería estar agradecida de olvidarte.” El miró a Stefan con una desagradable sonrisa. “Pero lo encontraremos una vez que ella gane conciencia de sí misma. Podemos preguntarle entonces a cual de los dos elegirá. ¿De acuerdo?”
Stefan sacudió su cabeza. “¿Cómo es posible que sugieras eso? Después de lo que pasó…” Su voz se cortó.
“¿Con Katherine? Puedo decirlo, si tú no puedes. Katherine hizo una decisión tonta, y ella pagó el precio por ello. Elena es diferente; ella conoce su propia mente. Pero eso no importa si estás de acuerdo,” agregó, ignorando la nueva propuesta de Stefan. “El hecho es que ella es débil ahora, y necesita sangre. Voy a procurar que la obtenga, y entonces buscaré a quien le hizo esto. Puedes venir o no, como gustes.”
Se levantó, llevándose a Elena con él. Vámonos.
Elena fue voluntariamente, agradecida de poder moverse. Los bosques estaban interesantes esa noche; nunca lo notó antes. Los búhos mandaban sus tristes y aterradores llantos a través de los árboles, y los ratones ciervo se escondían lejos de sus pies. El aire se encontraba frío en parches, como si congelara primero en los huecos y profundo en los bosques. Encontró que era fácil moverse silenciosamente al lado de Damon a través de las hojas secas; era sólo cuestión de ser cuidadoso de donde pisar. No miró hacia atrás para ver si Stefan los estaba siguiendo.
Reconoció el lugar donde dejaron el bosque. Había estado en ese lugar más temprano. Ahora, sin embargo, había algún tipo de actividad frenética en marcha: Luces rojas y azules brillaban en los autos, proyectores iluminaban las sombrías siluetas oscuras de personas. Elena los miró curiosamente. Varios eran familiares. Esa mujer, por ejemplo, con el delgado rostro y ojos ansiosos-¿Tía Judith? Y el hombre alto al lado de ella-¿El prometido de la tía Judith, Robert?
Debe haber alguien más con ellos, pensó Elena. Un niño con cabello tan pálido como el de Elena. Pero por más que lo intentó, no pudo conjurar nombre alguno.
Las dos chicas con sus brazos alrededor de cada una de ellas, paradas en un círculo de oficiales, recuerdo a esas dos pensó. La pequeña de pelo pelirrojo que lloraba era Bonnie. La alta con cabello oscuro barrido, Meredith.
“Pero ella no estaba en el agua,” le decía Bonnie a un hombre en uniforme. Su voz temblaba al borde de la histeria. “Vimos a Stefan salir. Se los he dicho cientos de veces.”
“¿Y la dejaron ahí con ella?”
“Tuvimos que hacerlo. La tormenta estaba empeorando, y algo se aproximaba-“
“Olvida eso.” Meredith le interrumpió. Ella sonaba ligeramente más calmada que Bonnie. “Stefan dijo que si ella-tenía que dejarla, la dejaría postrada debajo de los árboles de sauce.”
“¿Y dónde se encuentra Stefan ahora?” Preguntó otro oficial uniformado.
“No sabemos. Regresamos para ayudarla. Probablemente nos siguió. Pero acerca de lo que le pasó a-a Elena…” Bonnie se volteó y clavó su rostro en los hombros de Meredith.
Estaban disgustadas conmigo, recordó Elena. Que tonto de su parte. Puedo dejar claro eso, de todos modos. Ella empezó a seguir la luz, pero Damon la jaló de regreso. Ella lo miró, herido.
“No de esa manera. Selecciona a los que quieras, los atraeremos hacia fuera,” dijo.
“¿A los que quiera para qué?”
“Para alimentarte, Elena. Eres una cazadora ahora. Esas son tus presas.”
Elena presionó su lengua contra una muela canina dudosamente. Nada ahí afuera lucía como comida para ella. Sin embargo, porque Damon lo dijo, se inclinó a darle el beneficio de la duda. “Lo que tu digas,” dijo obligadamente.
Damon inclinó su cabeza hacia atrás, los ojos se acercaron, inspeccionando la escena como un experto evaluando una pintura famosa. “Bien, ¿Qué te parece una pareja de buenos paramédicos?”
“No,” dijo una voz detrás de él.
Damon observó levemente sobre sus hombros a Stefan, “¿Por qué no?”
“Porque ya ha habido demasiados ataques. Tal vez necesite sangre humana, pero ella no tiene por qué cazarlos.” El rostro de Stefan era callado y hostil, pero había un aire de determinación sombría en él.
“¿Hay alguna otra manera?” Preguntó Damon irónicamente.
“Tu sabes que sí lo hay. Encuentra a alguien que esté dispuestoo a alguien que puede ser influenciado a estar dispuesto. Alguien que lo haría por Elena y que sea lo suficientemente fuerte para manejar esto, mentalmente.”
“Y supongo que tu sabes donde podemos encontrar a tal parangón de virtudes.”
“Llévala a la escuela. Te encontraré ahí,” dijo Stefan, y desapareció.
Dejó la actividad todavía en movimiento, las luces iluminando, la gente murmurando. Mientras se alejaban, Elena notó algo extraño. En medio del río, iluminado por los reflectores, se encontraba un automóvil. Estaba completamente sumergido excepto por la parte delantera, que se encontraba atascado fuera del agua.
Que lugar tan estúpido para aparcar un auto, pensó ella, mientras seguía a Damon de regreso en el bosque.

Stefan empezaba a sentirlo de nuevo.
Dolía. Pensó que pasaba de sentir dolor, a sentir cualquier cosa. Cuando sacó el cuerpo sin vida de Elena del agua oscura, pensó que nada podría lastimarlo de nuevo porque nada podría igualar ese momento.
Estaba equivocado.
Se detuvo y se paró con su brazo bueno aferrado alrededor de un auto, cabizbajo, respirando profundamente. Cuando la neblina roja empezó a disiparse y pudo ver de nuevo, siguió adelante, pero el dolor de la quemadura en el pecho continuó sin disminuir en lo más mínimo. Deja de pensar en ella, se dijo a sí mismo, sabiendo que eso no serviría de nada.
Pero no estaba realmente muerta. ¿Eso no contaba para algo? Pensó que nunca volvería a escuchar su voz de nuevo, a sentir su piel…
Y ahora, cuando ella le tocó, quería matarlo.
Se detuvo de nuevo, mareándose, temeroso de que fuera a enfermarse.
Verla de esa forma era una peor tortura que verla tumbada fría y muerta. Tal vez esa era la razón por la que Damon la dejó vivir. Tal vez esta era la venganza de Damon.
Y tal vez Stefan sólo debería hacer lo que había planeado hacer después de matar a Damon. Esperó hasta el amanecer y tomó el anillo de plata que lo protegía de la luz del sol. Parado, bañado en el fiero abrazo de aquellos rayos hasta que quemaran la carne de sus huesos y detuviera el dolor de una vez por todas.
Pero sabía que no lo haría. Mientras Elena caminara en la tierra, nunca la dejaría. Incluso si lo odiara, incluso si lo siguiera su espíritu. Haría cualquier cosa que estuviera a su mano para mantenerla a salvo.
Stefan se desvió en la pensión. Necesitaba limpiarse antes de dejar que los humanos lo vieran. En su cuarto, se lavó la sangre de su rostro y su cuello y examinó su brazo. El proceso de curación había empezado, y con concentración pudo acelerar el proceso. Estaba consumiendo su fuerza con rapidez; la pelea con su hermano lo había debilitado. Pero esto era importante. No debido al dolor-lo notó tímidamente-sino porque necesitaba adaptarse.
Damon y Elena esperaban afuera de la escuela. Pudo sentir la impaciencia de su hermano y la nueva presencia de Elena ahí en la oscuridad.
“Más le vale que esto funcione,” dijo Damon.
Stefan no dijo nada. El auditorio de la escuela era otro centro de conmoción. La gente parecía haber disfrutado del baile del Día de los Fundadores; de hecho, aquellos que permanecieron a través de la tormenta se encontraban postrados en los alrededores o en pequeños grupos platicando. Stefan miró hacia la puerta, buscando con su mente por una presencia en particular.
Lo había encontrado. Una cabeza rubia estaba sentada en una mesa en la esquina.
Matt.
Matt siguió de frente y miró alrededor, confundido. Stefan le invitó a salir. Necesitas algo de aire fresco, pensó, insinuando la sugestión en el subconsciente de Matt. Sientes la necesidad de salir por un momento.
Para Damon, parado invisible justo detrás de la luz, el dijo, llévala a la escuela, al cuarto de fotografía. Ella sabe donde está. No se muestren hasta que yo les diga. Entonces retrocedió y esperó a que Matt apareciera.
Matt salió, su rostro dibujado volteó hacia el cielo sin luna. Empezó violentamente cuando Stefan empezó a hablarle.
“¡Stefan! ¡Estas aquí!” Desesperación, esperanza y horror empezaban a dominar su rostro. Corrió hacia Stefan. “¿Ello la---han traído de vuelta? ¿Hay alguna noticia?”
“¿Qué has oído exactamente?”
Matt lo observó por un momento antes de contestarle. “Bonnie y Meredith vinieron diciendo que Elena había salido al puente Wickery en mi auto. Dijo que ella…” Pausó un momento y empezó a sollozar. “Stefan, no es cierto, ¿Verdad?” Sus ojos empezaban a humedecerse.
Stefan miró hacia otro lado.
“Oh, Dios,” dijo Matt con dificultad. Volteó hacia Stefan, presionando la palma de sus manos contra sus ojos. “No puedo creerlo; No es cierto. No puede ser verdad.”
“Matt…” Tocó el hombro del otro muchacho.
“Lo siento.” La voz de Matt era áspera y ruda. “Debes de estar atravesando un infierno, y aquí estoy yo empeorando las cosas.”
Más de lo que crees, pensó Stefan, su mano se apartó. Vino con la intención de usar sus poderes para persuadir a Matt. Ahora eso parece imposible. No podía hacerlo, no a su primer-y único-amigo humano que ha tenido en aquel lugar.
Su otra única opción era decirle la verdad a Matt. Dejar que Matt tomara su propia decisión, que conociera todo al respecto.
“Si hubiera algo que pudieras hacer por Elena en este momento,” dijo, “¿Lo harías?”
Matt estaba demasiado perdido en sus emociones para preguntar que clase de pregunta estúpida era esa. “Cualquier cosa,” dijo casi en rabia, cubriendo con su manga sus ojos. “Haría cualquier cosa por ella.” Miró a Stefan con algo de desafío, su respiración temblaba.
¡Felicidades!, pensó Stefan, sintiendo el repentino profundo abismo en su estómago. Te has ganado un viaje a la Zona del Crepúsculo.
“Ven conmigo,” dijo. “Tengo algo que mostrarte.”

19 de junio de 2009

Nuevas imágenes del rodaje de Luna Nueva!

Hola amigos vampiros!Aquí os traigo algunas de las imágenes correspondientes al rodaje de Luna Nueva. Espero que os gusten.Ahh, los puntitos negros que se le ven a Edward supongo que serán para hacer los efectos especiales del brillo a la luz del sol. Aunque en Luna Nueva no llegaba a brillar. No sé, la verdad es que a lo mejor después del fracaso con la purpurina en Crepúsculo quieren demostrar que lo pueden hacer un poco decentemente...

13 de junio de 2009

3.capitulo de sol de medianoche


FENÓMENO

Verdaderamente, no tenía sed, pero decidí ir a cazar de nuevo en la noche. Una pequeña pizca de prevención, inadecuada, pero debía hacerlo.
Carlisle me acompañó; no habíamos estado solos desde que volví de Denali. Mientras corríamos por el negro bosque, lo escuché pensando sobre el precipitado adiós de la semana pasada.
En su memoria, vi cómo mis expectativas se habían desmoronado convirtiéndose en una fiera desesperanza. Sentí su sorpresa y su repentina preocupación.
“¿Edward?”
“Debo irme, Carlisle. Debo irme ahora.”
“¿Qué ha sucedido?”
“Nada. Aún. Pero pasará, si me quedo aquí.”
Me tomó del brazo. Sentí cómo herí sus sentimientos cuando me escapé de su mano.
“No lo entiendo.”
“Alguna vez has… ha habido alguna vez en que…”
Me miré a mi mismo respirar profundo, vi la luz salvaje en mis ojos a través del filtro de su profunda preocupación.
“¿Alguna vez, alguna persona ha olido mejor para tí, que el resto? ¿Mucho mejor?”
“Oh.”
Cuando me dí cuenta que él había entendido, mi rostro se cayó a pedazos de la pura vergüenza. Me alcanzó de nuevo para tocarme, ignorando cuando traté de arrancarme de nuevo, y su mano izquierda se posó en mi hombro.
“Haz lo que tengas que hacer para resistir, hijo. Te extrañaré mucho. Ten, toma mi auto. Es más rápido.”
Él se estaba preguntando ahora si estaba haciendo lo correcto, dejando que me marchara. Preguntándose si acaso me había herido con su falta de confianza en mí.
- No.- Susurré mientras corría.– Eso era lo que necesitaba. Pude haber traicionado tan fácilmente esa confianza, si me hubieras pedido que me quedara.
- Siento mucho que estés sufriendo, Edward. Pero debes hacer lo que puedas para mantener viva a la chica Swan. Incluso si eso significa que debes dejarnos de nuevo.
- Lo sé, lo sé.
- ¿Por qué volviste? Tú sabes lo feliz que soy teniéndote aquí, pero si esto es muy difícil… -
- No me gusta sentirme como un cobarde – Admití.
Nos retrasamos—estaba comenzando a oscurecerse.
-Mejor eso a ponerla en peligro. Ella se irá en un año o dos.
- Tienes razón, ya sé eso. – Por el contrario, sus palabras sólo me hicieron sentir más ansioso de quedarme. Ella ya no estaría aquí en un año o dos…
Carlisle paró de correr y yo me detuve con él; se volteó para examinar mi expresión.
Pero no irás a escapar, ¿verdad?
Moví mi cabeza de un lado a otro.
¿Es orgullo, Edward? No hay nada vergonzoso en—
- No, no es orgullo lo que me mantiene aquí. No ahora.
¿No tienes a dónde ir?
Solté una carcajada corta.
– No. Eso no me detendría, si yo quisiera irme.
- Nosotros iremos contigo, por supuesto, si eso es lo que necesitas. Sólo tienes que pedirlo. Tú has seguido adelante sin quejarte de nosotros. Nadie se enojará contigo.
Levanté una ceja.
Él se rió.
– Sí, puede que Rosalie se enoje, pero ella te lo debe. De todas formas, es mucho mejor para todos que nos vayamos ahora, sin hacer daño alguno, que irnos después, luego de que una vida haya llegado a su fin.– Todo el humor se desvaneció.
Me estremecí a sus palabras.
- Sí. – Asentí. Mi voz sonó ronca.
¿Pero no te irás?
Suspiré.
– Debería.
- ¿Qué te detiene aquí, Edward? No logro ver…
- No sé si pueda explicarlo. – Incluso para mí mismo, no tenía ningún sentido.
Él midió mi expresión por un largo momento.
No, no logro verlo. Pero respetaré tu privacidad, si así lo prefieres.
- Gracias. Es muy generoso de tu parte, teniendo en cuenta que yo no le doy privacidad a nadie. – Con una excepción. Y estaba haciendo todo lo posible para privarla de eso, ¿verdad?
Todos tenemos nuestros caprichos. Se rió de nuevo. ¿Nos vamos?
Justo en ese momento el había captado la esencia de una pequeña manada de ciervos.
Era difícil mostrar mucho entusiasmo, incluso bajo las mejores circunstancias, por un aroma que apenas abría el apetito. En estos momentos, con la memoria de la sangre de esa chica, fresca en mi mente, el olor revolvió mi estómago.
Suspiré.
– Vamos – Asentí, incluso sabiendo que forzando más sangre bajar por mi garganta iba a ayudar muy poco.
Ambos cambiamos a una posición de ataque y dejamos que la poca apetente esencia nos guiara silenciosamente hacia adelante.
Estaba más helado cuando regresamos a casa. La nieve derretida se había vuelto a congelar; era como si una delgada capa de vidrio lo cubriera todo—cada rama de los pinos, cada hoja de helecho, cada lámina de hierba estaba cubierta de hielo.
Cuando Carlisle fue a vestirse para su próximo turno en el hospital, me quedé junto al río, esperando a que saliera el sol. Me sentí casi hinchado por la cantidad de sangre que había consumido, pero sabía que la actual carencia de sed significaría muy poco cuando me sentara al lado de la chica otra vez.
Helado y sin expresión como una roca, me senté, mirando la negra agua correr al lado de la congelada orilla, mirando fijamente a través de ella.
Carlisle tenía razón. Yo debería irme de Forks. Ellos inventarían una historia para explicar mi ausencia. Que me cambié de instituto a Europa. O fui a visitar a unos parientes.
Rebeldía adolescente. La historia no importaba. A nadie le importaría mucho.
Era sólo por un año o dos, y la chica ya no estaría. Se habría ido y hubiera continuado con su vida—ella tendría una vida con la cual seguir. Iría a la Universidad en algún lugar, envejecería, comenzaría una carrera, quizá se casaría con alguien. Podía imaginar eso—podía verla vestida toda de blanco y caminando con paso cuidadoso, su brazo enlazado con el de su padre.
Era incómodo, el dolor que esa imagen me causó. No lo podía entender. ¿Acaso estaba celoso, porque ella tenía un futuro que yo nunca podría tener? Eso no tenía sentido. Cada uno de los humanos a mi alrededor tenían esa misma oportunidad—una vida—y yo raramente me detuve a envidiarlos.
Debería permitirle tener su futuro. Parar de arriesgar su vida. Eso era lo correcto.
Carlisle siempre elegía el camino correcto. Debería escucharlo.
El sol apareció entre las nubes, y la débil luz hizo brillar todo el césped congelado.
Un día más, decidí. Sólo la vería una vez más. Podía soportar eso. Quizá mencionaría mi pendiente ausencia, construir la historia.
Esto iba a ser difícil; podía sentir eso en el fuerte desgano que me causaba sólo el pensar en las excusas para quedarme—para extender el límite a dos días, tres, cuatro… Pero yo haría lo correcto. Sabía que podía confiar en el consejo de Carlisle. Y también sabía que estaba demasiado confundido para tomar esta decisión sólo por mi cuenta.
Demasiado confundido. ¿Cuánto de este desgano provenía de mi obsesiva curiosidad, y cuánto provenía de mi insatisfecho apetito?
Entre a la casa para cambiarme de ropa para ir al instituto.
Alice me estaba esperando, sentada en el último escalón a la orilla del tercer piso.
Te vas de nuevo, me acusó.
Suspiré y moví la cabeza.
No puedo ver a dónde vas esta vez.
- Aún no sé a dónde voy. – Susurré.
Quiero que te quedes.
Negué con la cabeza.
¿Tal vez Jazz y yo podríamos ir contigo…?
- Sois más necesarios aquí, si yo no estoy para protegerlos. Y piensa en Esme. ¿Le quitarás la mitad de su familia en un abrir y cerrar de ojos?-
La vas a poner muy triste.
- Lo sé. Es por eso que ustedes deben quedarse.-
No es lo mismo si tu no estás aquí, y tu lo sabes.
- Sí. Pero debo hacer lo que es correcto.-
Hay muchas maneras correctas, y muchas incorrectas, ¿o no?
Por un breve momento ella se introdujo dentro de una de sus extrañas visiones; observé a lo largo de las imágenes poco definidas que parpadeaban rápidamente. Me ví a mi mismo mezclado con extrañas sombras que no podía entender—nubladas, imprecisas formas.
Y de pronto, repentinamente, mi piel estaba destellando en la brillante luz del sol en una pequeña pradera abierta. Este era un lugar que conocía. Había una figura en la pradera conmigo, pero, otra vez, era poco definida, no podía reconocerla. Las imágenes temblaron y desaparecieron como un millón de pequeños cambios en mi futuro de nuevo.
- No entendí mucho de eso, – le dije cuando la visión se puso oscura.
Yo tampoco. Tu futuro está cambiando tanto que no puedo llevarle el ritmo.
Creo, que…
Se detuvo, y me llevó por una extensa colección de sus otras recientes visiones. Todas eran iguales—borrosas y vagas.
- Creo que algo está cambiando. – me dijo en voz alta. – Tu vida parece estar en una encrucijada.-
Mi risa fue severa.
– ¿Te das cuenta que estás sonando como un gitano farsante en un carnaval, verdad?-
Me sacó su pequeña lengua.
- Hoy está todo bien, ¿o no? – pregunté, mi voz sonó abruptamente aprehensiva.
- Hoy no te veo matando a nadie. – me aseguró.
- Gracias, Alice.
- Ve a vestirte. Yo no diré nada te dejaré decirles a los demás cuando estés listo.
Se puso de pie y bajó las escaleras, sus hombros se encogieron levemente.
Te extrañaré, de verdad.
-Sí, yo también la extrañaré mucho.
El camino al instituto estuvo muy tranquilo. Jasper sabía que Alice estaba molesta con algo, pero él sabía que si ella quería hablar acerca de aquello ya lo hubiera hecho. Emmett y Rosalie estaban completamente ajenos a lo que estaba sucediendo, teniendo otro de sus momentos, mirando dentro de los ojos del otro con curiosidad—era molesto mirarlos desde fuera. Todos sabíamos cuán desesperadamente enamorados estaban. O tal vez me estaba volviendo amargado porque era el único que estaba sólo. Algunos días era más difíciles que otros vivir con tres perfectamente correspondidos amantes. Este era uno de esos días.
Quizás ellos serían más felices sin mí merodeando por ahí, con mi mal temperamento y comportándome como el viejo que debería ser a estas alturas.
Por supuesto, lo primero que hice al llegar al instituto fue buscarla a ella. Sólo para prepararme.
Correcto.
Era vergonzoso cómo mi mundo de repente parecía estar vacío de todo, menos de ella—toda mi existencia centrada a su alrededor, más que en el mío.
Era lo suficientemente fácil entender, realmente; después de ochenta años de lo mismo todos los días y todas las noches, cualquier cambio se volvía un punto de absorción.
Ella aún no llegaba, pero podía oír los ensordecedores ruidos del motor de la camioneta a la distancia. Me apoyé en un lado del auto a esperar. Alice se quedó conmigo, mientras los demás se fueron directo a clases. Estaban aburridos por mi fijación—era incomprensible para ellos cómo un humano podía mantenerme interesado por tanto tiempo, sin importar cuán bien olía.
La chica condujo lentamente hasta entrar en mi vista, sus ojos intensamente centrados en la carretera y sus manos firmemente apretadas al volante. Parecía ansiosa por algo. Me tomó un segundo darme cuenta de qué se trataba, dado que todos traían la misma cara el día de hoy. Ah, la carretera estaba cubierta de hielo, y todos estaban tratando de conducir con más cuidado. Podía ver que ella se estaba tomando este nuevo riesgo muy seriamente.
Eso parecía estar en la lista de lo poco que había aprendido sobre su personalidad. Lo agregué a mi pequeña lista: era una persona seria, una persona responsable.
Estacionó no muy lejos de mí, pero no había notado que estaba parado aquí, mirándola.
Me pregunto ¿qué haría ella cuando me viera? ¿Ruborizarse y alejarse de mí?
Esa fue mi primera teoría. Pero tal vez me miraría también. Quizá se acercaría a hablarme.
Respiré profundamente, llenando mis pulmones esperanzado, sólo por si acaso.
Ella salió de su camioneta con cuidado, probando el resbaladizo piso antes de poner todo su peso en él. No miró hacia arriba, y eso me frustró mucho. A lo mejor yo podría ir a hablarle…
No, eso no estaría bien.
En vez de girar hacia el instituto, caminó alrededor de su camioneta, afirmándose en todo momento de ésta para no caerse, sin confiar en sus pasos. Me hizo sonreír, y sentí los ojos de Alice en mi rostro. No escuché nada de lo ésta pudo haber estado pensando—me estaba divirtiendo mucho mirando a la chica revisar sus cadenas para la nieve en los neumáticos. Ella de verdad pensaba que podía caerse, por la forma en que sus pasos se movían. Nadie más tenía problemas— ¿acaso había estacionado en la peor parte?
Se detuvo allí, mirando abajo con una extraña expresión en su rostro. ¿Era…ternura?
¿Como si algo en las cadenas la…emocionara?
De nuevo, la curiosidad quemó como la sed. Era como si tuviera que saber qué estaba pensando—como si nada más importara.
Iría a hablar con ella. De todas formas, parecía como si necesitara una mano, al menos hasta que saliera del peligroso pavimento. Por supuesto, no podía ofrecerlo eso, ¿o si? Vacilé, atormentado. Si no le gustaba la nieve, mucho menos iba a agradecer si la tocaba con mis manos congeladas. Debí haberme puesto guantes.
- ¡NO! – Alice jadeó muy fuerte.
Al instante, escaneé sus pensamientos, pensando al principio que yo había tomado una mala decisión y ella me había visto hacer algo horrible. Pero no tenía que ver nada conmigo.
Tyler Crowley había decidido tomar la curva hacia el aparcamiento a una imprudente velocidad. Esta decisión lo llevaría a patinar a través de un parche de hielo…
La visión vino sólo medio segundo antes que la realidad. La furgoneta de Tyler tomó la curva como si aún estuviera viendo la conclusión que había sacado ese jadeo en Alice.
No, esta visión no tenía nada que ver conmigo, pero aún así, tenía que ver todo conmigo, porque la furgoneta de Tyler—las cadenas ahora golpeaban el hielo en el peor ángulo posible—iba a dar vueltas a través del aparcamiento y atropellar a la chica quien se había convertido en la inevitable razón de todo mi mundo.
Incluso sin la visión de Alice hubiera sido simple adivinar la trayectoria del vehículo, volando fuera del control de Tyler.
La chica, parada exactamente en el lugar equivocado, en la parte trasera de su camioneta, miró al frente, desconcertada por el sonido de los neumáticos a través del suelo.
Miró directamente a mi expresión de horror, y luego volteó para mirar su muerte aproximándose.
¡Ella no! Las palabras dispararon en mi cabeza como si pertenecieran a alguien más.
Aún mirando los pensamientos de Alice, vi que la visión repentinamente cambió, pero no tenía tiempo para ver en qué terminaba todo.
Me lancé a través del aparcamiento, introduciéndome entre la furgoneta y la atónita chica. Me moví tan rápido que todo era un borrón por el objeto de mi foco. Ella no me vio- ningún ojo humano podría haber seguido mí trayectoria—aún miraba a la increíble forma que estaba a punto de aplastar su cuerpo contra la carrocería de metal de su camioneta.
La tomé por la cintura, moviéndome con demasiada urgencia para ser tan gentil como ella hubiese querido que lo fuera. En la centésima de segundo que me tomó sacar su liviana figura fuera del camino de la muerte y el tiempo en que choqué contra el suelo con ella en mis brazos, ya estaba vívidamente enterado de su frágil y rompible cuerpo.
Cuando escuché su cabeza chocar contra el hielo, sentí como si yo también me congelara.
Pero ni siquiera tuve un segundo completo para asistir su condición. Escuché la furgoneta detrás de nosotros, chirriando mientras daba una vuelta alrededor del robusto cuerpo de acero de su camioneta. Estaba cambiando su curso, formando arcos, viniendo por ella otra vez—como si ella fuera un imán, atrayéndolo hacia nosotros.
Una palabra que nunca hubiera dicho en frente de una dama, se escapó entre mis dientes.
Ya había hecho mucho. Cuando casi volé a través del aire para sacarla del camino, estaba absolutamente consciente del error que estaba cometiendo. El saber que era un error no me detuvo, pero no era totalmente ignorante sobre el riesgo que estaba tomando— tomando, no sólo por mí, sino para toda mi familia.
Exposición.
Y esto ciertamente no iba a ayudar, pero de ninguna forma iba a permitir que la furgoneta lograra quitarle la vida en este segundo intento.
La dejé caer y lancé mis manos hacia afuera, deteniendo la furgoneta antes de que pudiera tocar a la chica. La fuerza me empujó hacia atrás dentro del lugar de estacionamiento al lado de su camioneta, y pude sentir su carrocería doblarse detrás de mis hombros. La furgoneta chocó contra el irrompible obstáculo de mis brazos, se volcó, y luego se balanceó inestablemente en sus dos neumáticos derechos.
Si movía mi mano, la parte trasera de la furgoneta iba a caer en sus piernas.
Oh, por el amor de todo lo sagrado, ¿acaso la catástrofe no terminaría nunca? ¿Existía algo más que pudiera ir mal? Difícilmente me podía sentar aquí, sosteniendo la furgoneta en el aire, esperando algún rescate. Ni podía lanzarla lejos—debía considerar al conductor, sus pensamientos eran incoherentes con el pánico.
Con un gruñido interno, empujé la furgoneta para que oscilara lejos de nosotros por un instante. Cuando caía sobre mi, la sujeté por debajo de la carrocería con mi mano derecha mientras enroscaba mi brazo izquierdo en la cintura de la chica de nuevo y la arrojaba fuera de debajo de la furgoneta, apretándola fuertemente hacia mi costado. Su cuerpo se movió mientras la balanceaba alrededor para que sus piernas quedaran libres de ningún peligro— ¿estaba consciente? ¿Cuánto daño le había causado en mi improvisado intento de rescate?
Dejé caer la furgoneta, ahora que no podía hacerle daño a ella. Chocó contra el pavimento y todas las ventanas se rompieron al unísono.
Sabía que estaba en medio de una crisis. ¿Cuánto había visto ella? ¿Habían otros testigos que me vieron materializarme a su lado y luego detener la furgoneta mientras trataba de mantenerla fuera del alcance de la chica? Estas preguntas deberían ser mi mayor preocupación.
Pero estaba demasiado ansioso para realmente preocuparme sobre la amenaza de exponernos como debería. Demasiado asustado de que podía haberla herido en mi esfuerzo por protegerla. Demasiado asustado de tenerla tan cerca de mí, sabiendo cómo olería si me permitía inhalar. Demasiado consciente del calor de su suave cuerpo, presionado contra el mío—incluso a través de ambos obstáculos de nuestras chaquetas, podía sentir ese calor…
El primer miedo fue el mayor. Mientras los gritos de los testigos hacían erupción alrededor nuestro, la bajé para examinar su rostro, para ver si estaba consciente—esperando fieramente que no estuviera sangrando por alguna herida.
Sus ojos estaban abiertos, mirando en estado de shock.
- ¿Bella? – pregunté desesperado. – ¿Cómo estás?
- Estoy bien.- Dijo las palabras automáticamente en una deslumbrada voz.
Alivio, tan exquisito que casi dolió, recorrió mi cuerpo al sonido de su voz. Respiré por entre mis dientes, y no me importó el acompañamiento ardiente en mi garganta. Casi lo agradecía.
Ella trato de ponerse de pie, pero yo no estaba listo para soltarla. Se sentía de alguna manera… ¿seguro? Mejor, al menos, al tenerla a mi lado.
- Ve con cuidado.- Le advertí. – Creo que te has dado un buen porrazo en la cabeza.
No había en ningún lado olor a sangre fresca—un milagro—pero esto no descartaba algún daño interno. Estaba abruptamente ansioso de llevarla con Carlisle y a un completo equipamiento de radiología.
- ¡Ay!- dejo, su tono cómicamente se sorprendió al darse cuenta que tenía razón sobre su cabeza.
- Tal y como pensaba….- El alivio me alegró, me puso casi vertiginoso.
- ¿Cómo demo…?.- Su voz se apagó, y sus párpados revolotearon. – ¿Cómo llegaste aquí tan rápido?
El alivio se tornó amargo, y el humor se desvaneció. Ella sí había notado demasiado.
Ahora que estaba seguro de que la chica estaba en perfectas condiciones, la ansiedad por mi familia se volvió severa.
- Estaba a tu lado, Bella.- Sabía por mi experiencia que si era muy convincente al mentir, cualquiera que preguntara estaría cada vez menos seguro de la verdad.
Se sacudió de nuevo, y esta vez la solté. Necesitaba respirar para actuar mi papel correctamente. Necesitaba espacio entre su calor sanguíneo y yo, lo más lejos posible en el pequeño espacio entre los maltratados vehículos.
Ella me miró, y yo a ella. El mirar a otro lado primero que ella, fue un error que sólo un mentiroso incompetente hubiera cometido, y yo no era un mentiroso incompetente. Mi expresión era lisa, benigna… Parecía confundirla. Eso era bueno.
El escenario del accidente ahora estaba rodeado. Mayormente por estudiantes, niños, mirando fijamente y empujándose a través de los restos para ver si había algún cuerpo destrozado. Había un balbuceo de gritos y chorro de pensamientos en shock. Escaneé los pensamientos una vez que estaba seguro que no había alguna sospecha, y luego los dejé de escuchar concentrándome sólo en la chica.
Estaba distraída por la que se armó. Miró alrededor, su expresión todavía estaba atontada, y trató de ponerse de pie.
Puse mi mano suavemente en su hombro para mantenerla donde estaba.
- Quédate ahí por ahora.- Ella parecía estar bien, ¿pero debería estar moviendo su cuello? De nuevo, deseé estar con Carlisle. Mis años de estudios médicos teóricos no se comparaban con sus siglos de práctica.
- Pero hace frío.- Objetó.
Había estado casi al borde de morir aplastada, dos veces, casi quedó lisiada una vez, y a ella lo que le preocupaba era el frío. Me reí entre dientes antes de recordar que la situación no era para nada graciosa. Bella parpadeó, y luego sus ojos se enfocaron en mi rostro.
- Estabas allí, lejos – Eso me puso serio otra vez.
Ella miró hacia el sur, pero no había nada que mirar ahí ahora, sólo el arrugado costado de la furgoneta. – Te encontrabas al lado de tu coche.
- No, no es cierto.
- Te ví. – Insistió; su voz sonaba muy infantil cuando se ponía obstinada. Su barbilla sobresalió un poco.
- Bella, estaba contigo, a tu lado, y te quité de en medio.
Miré profundamente a sus ojos abiertos de par en par, tratando de que ella aceptara mi versión—la única versión racional en la mesa.
Su mandíbula se tensó.
– No.
Traté de mantenerme calmado, sin entrar en pánico. Si sólo la pudiera mantener callada sólo por unos momentos, para darme una oportunidad de destruir la evidencia…e invalidar su historia con la excusa de su golpe en la cabeza.
¿No debería ser fácil mantener a esta silenciosa, reservada chica, callada? Si solo ella confiara en mí, sólo por un momento…
- Por favor, Bella – Le dije, y mi voz sonó muy intensa, porque de pronto quería que ella confiara en mí. Lo quería de verdad, y no solo por respeto, después del accidente. Un estúpido deseo. ¿Qué sentido tenía el que ella confiara en mí?
- ¿Por qué?- preguntó, todavía a la defensiva.
- Confía en mí.- le rogué.
- ¿Prometes explicármelo todo después?
Me enojó mucho tener que mentirle otra vez, cuando deseaba por todos los medios poder merecerme su confianza. Así que, cuando le respondí, fue una réplica.
- Muy bien.
- Muy bien.- repitió en el mismo tono de recriminación.
Cuando el rescate comenzó a acercarse a nosotros—llegaron adultos, autoridades, sirenas en la distancia—traté de ignorarla y poner mis prioridades en orden. Busqué en todas las mentes en el aparcamiento, los testigos y los que venían llegando tarde, pero no encontré nada peligroso. Muchos estaban sorprendidos de verme aquí al lado de Bella, pero todos concluían—como si no hubiera otra posible conclusión—que sólo no habían notado que estaba junto a ella antes del accidente.
Ella era la única que no aceptaba tan fácilmente esa explicación, pero consideraría al menos a los confiables testigos. Ella estaba asustada, traumatizada, sin mencionar el fuerte golpe en su cabeza. Posiblemente en shock. Sería aceptable para su historia que estuviera confundida, ¿cierto? Nadie le daría mucha importancia en contra de muchos otros espectadores…
Hice una mueca de dolor cuando escuché los pensamientos de Rosalie, Jasper y
Emmett, justamente llegando a la escena. Ellos me harían pagar un infierno por esto, esta noche.
Quería borrar la marca que hicieron mis hombros contra el oscuro auto, pero la chica estaba muy cerca. Tendría que esperar hasta que se distrajera.
Era frustrante esperar—con tantos ojos encima de mi— mientras los humanos luchaban con la furgoneta, tratando de empujarla lejos de nosotros. Los hubiera ayudado, solo para apurar el proceso, pero ya estaba en suficientes problemas y la chica me sostenía la mirada.
Finalmente, pudieron rotarla lo suficientemente lejos para que los EMTs (sigla de Emergency Medical Technician / Técnicos Médicos de Emergencia) llegaran a nosotros con sus camillas.
Una familiar, tristona cara me examinó.
- Hola, Edward – Brett Warner me saludó. Él era un enfermero registrado, y lo conocía bien, del hospital donde trabaja Carlisle. Fue un golpe de suerte, el único en el día de hoy, que él fuera el primero en llegar hasta nosotros. En sus pensamientos, no había nada que no fuera alerta y calma. – ¿Estás bien, chico?
- Perfectamente, Brett. Nada me tocó. Pero me temo que Bella podría tener una contusión. Se pegó muy fuerte en la cabeza cuando la quité del camino…
Brett puso su atención en la chica, quien me lanzó una fiera mirada de traición. Oh, era cierto. Ella sí era el mártir silencioso, prefería sufrir en silencio.
No contradijo mi historia inmediatamente, y esto me hizo sentir más tranquilo.
El próximo EMT trató de insistir que les permitiera examinarme, pero no era demasiado difícil persuadirlo. Prometí que dejaría que mi padre me examinara, y él se rindió.
Como la mayoría de los humanos, hablando con tranquila seguridad, era todo lo que se necesitaba. La mayoría, pero no esta chica, por supuesto. ¿Acaso encajaba en alguno de los patrones normales?
Mientras le ponían un collarín—y su rostro se enrojeció de la vergüenza—aproveché el momento de distracción para arreglar, sigilosamente, la forma de la abolladura en el auto con la parte trasera de mi pie. Sólo mis hermanos notaron lo que estaba haciendo, y escuché la promesa mental de Emmett de arreglar cualquier cosa que se me pasara por alto.
Agradecido por su ayuda—y más agradecido aún de que Emmett, al fin, haya perdonado mi peligrosa elección—ahora estaba más relajado mientras subía al asiento delantero de la ambulancia, al lado de Brett.
El jefe de policía llegó antes de que metieran a Bella dentro de la parte trasera de la ambulancia.
Los pensamientos del padre de Bella eran palabras del pasado, el pánico y preocupación emanando de la mente del hombre ahogaban a cualquier otro pensamiento en el lugar. Muda ansiedad y culpa, una gran inflación de ellos, salieron de él como si sólo pudiera ver a su única hija en el lugar.
Emanaron de él y a través de mí, haciendo eco, creciendo más fuertes. Cuando Alice me había advertido que matando a la hija de Charlie Swan lo mataría a él también, ella no estaba exagerando.
Mi cabeza se arqueó con esa culpa mientras escuchaba su voz en pánico.
- ¡Bella! – gritó.
- Estoy perfectamente, Char… papá. – Suspiró. – No me pasa nada.
Su seguridad apenas calmó su pavor. Se volteó inmediatamente al EMT más cercano y demandó más información.
No fue hasta que lo escuché hablar, formando oraciones perfectamente coherentes desafiando su pánico, que me di cuenta que su ansiedad y preocupación no eran mudas.
- Yo solo…- no podía escuchar sus palabras exactas.
Hmm. Charlie Swan no era tan silencioso como su hija, pero podía ver ahora de dónde lo había heredado ella. Interesante.
Yo nunca había pasado mucho tiempo alrededor del Jefe de Policía de la ciudad.
Siempre lo tomé por un hombre de pensamientos lentos—ahora me doy cuenta que yo era el lento. Sus pensamientos eran parcialmente encubiertos, no ausentes. Sólo podía sacar el tenor, el tono de ellos…
Quería escuchar con mayor esfuerzo, para ver si podía encontrar en este nuevo, menor rompecabezas la llave para los secretos de la chica. Pero Bella fue cargada dentro de la ambulancia para ese entonces, y la ambulancia ya estaba en camino.
Era difícil alejarme de esta posible solución al misterio que me ha obsesionado. Pero tenía que pensar ahora—mirar qué había hecho hoy día desde todos los ángulos. Tenía que escuchar, para asegurarme de que no nos había puesto en demasiado peligro en que tuviéramos que irnos inmediatamente. Tenía que concentrarme.
No había nada en los pensamientos de los EMTs que me preocuparan. Lo más que podían decir, era que la chica no tenía nada serio. Y Bella se estaba apegando a la historia que le había dado, hasta ahora.
La primera prioridad, cuando llegáramos al hospital, era ver a Carlisle. Me apuré a través de las puertas automáticas, pero era incapaz de renunciar totalmente de cuidar a Bella; mantuve un ojo en ella a través de los pensamientos de los paramédicos.
Fue fácil encontrar la familiar mente de mi padre. Él estaba en su pequeña oficina, totalmente solo—el segundo golpe de suerte en este maldito día.
- Carlisle.
Escuchó mi aproximación, y quedó alarmado al momento en que vio mi rostro. De un salto se puso de pie, su piel palideciendo al blanco de un hueso. Se inclinó hacia adelante a través del, cuidadosamente organizado, escritorio.
Edward, tu no…
- No, no, no es eso. -
Respiró profundo. Por supuesto que no. Siento mucho haber considerado el pensamiento. Tus ojos, por supuesto, debí haberlo sabido… Él notó con alivio que mis ojos aún eran dorados.
- De todas maneras, ella está herida, Carlisle, probablemente nada serio, pero…
- ¿Qué fue lo que ocurrió?
- Un estúpido accidente automovilístico. Ella estaba en el lugar equivocado en el momento equivocado. Pero no podía sólo quedarme ahí,dejar que la aplastara…
Comienza de nuevo, no estoy entendiendo. ¿Cómo estuviste tú involucrado en todo esto?
- Una furgoneta patinó sobre el hielo, – susurré. Miré a la muralla detrás de él mientras hablaba. En vez de una multitud de diplomas enmarcados, él tenía una simple pintura al óleo—una de sus favoritas, un aún no descubierto Hassam. – Ella estaba en el camino. Alice lo vio venir, pero no había tiempo de hacer nada más que realmente correr a través del aparcamiento quitarla de en medio. Nadie lo notó…excepto ella. Tenía que detener la furgoneta, también, pero otra vez, nadie vio eso…excepto ella. Yo…lo siento mucho Carlisle. No quise ponernos a todos en peligro.
Rodeó el escritorio y puso su mano en mi hombro.
Hiciste lo correcto. Y no debió ser fácil para ti. Estoy orgulloso de ti, Edward.
Ahora podía mirarlo a los ojos.
– Ella sabe que hay algo…raro conmigo.
- Eso no importa. Si nos tenemos que ir, nos iremos. ¿Qué ha dicho ella?-
Moví mi cabeza, un poco frustrado.
– Nada aún.
¿Aún?
- Ella estuvo de acuerdo con mi versión de los hechos, pero está esperando una explicación.
Él frunció el ceño, considerando esto.
- Se golpeó la cabeza bueno, en realidad yo le golpeé la cabeza,- continué rápidamente. – La golpeé contra el piso bastante fuerte. Ella parece estar bien, pero… No creo que cueste mucho desacreditar su historia.
Me sentí un delincuente al decir esas palabras.
Carlisle oyó el hastío en mi voz. Quizá eso no será necesario. Veamos qué pasa, ¿vamos? Suena como que tengo un paciente que atender.
- Por favor.- le dije. – Estoy tan preocupado de que la haya herido.
La expresión de Carlisle se aclaró. Sacudió su rubio cabello—sólo unos tonos más claros que ojos dorados—y se rió.
Ha sido un día interesante para ti, ¿verdad? En su mente, podía ver la ironía, y era gracioso, al menos para él. Como si los roles se hubieran invertido. En algún lugar durante ese corto silencioso segundo cuando me lancé a través del congelado pavimento, me había transformado de asesino a protector.
Me reí con él, recordando la seguridad que tenía de que Bella jamás necesitaría protección de nada más que de mí. Había un límite para mi risa porque, con furgoneta o sin furgoneta, eso era totalmente verdad.
Esperé solo en la oficina de Carlisle—una de las horas más largas que había vivido— escuchando el hospital lleno de pensamientos.
Tyler Crowley, el conductor de la furgoneta, parecía estar herido peor que Bella, y la atención a él mientras ella esperada su turno para que le tomaran radiografías. Carlisle se mantuvo en el fondo, confiando en el diagnóstico de los exámenes, que la chica solo estaba levemente lastimada. Esto me puso ansioso, pero sabía que él tenía razón. Un sola mirada a su rostro y ella estaría inmediatamente recordándome, en el hecho de que había algo raro conmigo y mi familia, y eso podía hacerla hablar.
Ella ciertamente tenía suficientes compañeros para conversar. Tyler estaba consumido por la culpa, ya que casi la había matado, y no parecía que iba a callarse. Podía ver su expresión a través de los ojos de Tyler, y estaba claro que ella deseaba que el se callara.
¿Cómo el no podía ver eso?
Hubo un momento muy tenso para mí cuando Tyler le preguntó cómo había salido fuera del camino.
Esperé, sin respirar, mientras ella vacilaba.
- Pues… – La oyó decir. Entonces hizo una pausa tan larga que Tyler pensó si la había confundido con su pregunta. Finalmente, continuó. – Edward me empujó para apartarme de la trayectoria de la furgoneta.
Exhalé. Y entonces mi respiración se agitó. Nunca antes la había escuchado decir mi nombre. Me gustó como sonó—incluso escuchándolo a través de los pensamientos de Tyler.
Quería escucharlo por mí mismo…
- Edward Cullen,- ella dijo, cuando Tyler parecía confuso respecto a lo que ella se refería. Me encontré a mi mismo en la puerta, con mi mano en la perilla. El deseo de verla se estaba haciendo cada vez más fuerte. Me tenía que auto recordar la necesidad de precaución.
- Estaba a mi lado.
- ¿Cullen? Huh. Eso es raro. No lo vi… Podría jurar… ¡Vaya, todo ocurrió muy deprisa! ¿Está bien?
- Supongo que sí. Anda por aquí cerca, pero a él no le obligaron a utilizar una camilla.
Vi la pensativa mirada en su rostro, la sospecha ajustándose en sus ojos, pero estos pequeños cambios en su expresión no eran perceptibles para Tyler.
Es bonita, él estaba pensando, casi con sorpresa. Incluso toda desarreglada. No es de mi gusto común, aún así… Debería invitarla a salir. Arreglar lo de hoy…
Yo estaba en el pasillo, a mitad de camino de la sala de emergencias, sin pensar por un segundo en lo que estaba haciendo. Por suerte, la enfermera entró en la habitación antes de que yo pudiera—era el turno de Bella para los rayos X. Me apoyé contra la pared en un oscuro rincón justo a la vuelta de la esquina, y traté de mantener la compostura mientras ella se alejaba rodando en la silla de ruedas.
No importaba que Tyler pensara que era bonita. Cualquiera podía notar eso. No había ninguna razón para que me sintiera… ¿cómo me sentía? ¿Molesto? ¿O era rabia lo que se acercaba a la verdad? Esto no tenía sentido para nada.
Me quedé donde estaba por el mayor tiempo que pude, pero la impaciencia me ganó y tomé un camino que iba por detrás de la sala de radiología. Ya la habían trasladado de nuevo a la sala de emergencias, pero podía echar una mirada a sus radiografías mientras la enfermera estaba de espaldas.
Me sentí más calmado cuando los vi. Su cabeza estaba bien. No la había herido, no realmente.
Carlisle me atrapó allí.
Te ves mejor, comentó.
Miré directo al frente. No estábamos solos, los pasillos estaban llenos de camilleros y visitas.
Ah, sí. Pegó las radiografías a la pizarra iluminada, pero no necesitaba una segunda mirada. Ya veo. Ella está absolutamente bien. Bien hecho, Edward.
El sonido de la aprobación de mi padre creó una mezcla de reacciones en mí. Me hubiera puesto contento, excepto porque sabía que él no aprobaría lo que estaba a punto de hacer ahora. Al menos, no lo aprobaría si conociera mis reales motivaciones…
- Creo que iré a hablar con ella antes de que te vea.- Murmuré bajo mi respiración.
- Actúa natural, como si nada hubiera pasado. Suaviza las cosas. – Todas eran razones aceptables.
Carlisle cabeceó ausentemente, aún mirando las radiografías.
– Buena idea. Hmm.
Miré para ver qué había aumentado su interés.
¡Mira todas esas contusiones curadas! ¿Cuántas veces la habrá dejado caer su madre?
Carlisle rió pasa sí mismo por su broma.
- Estoy comenzando a pensar que la chica solo tiene realmente mala suerte. Siempre en el lugar equivocado y en el momento equivocado.
Forks es ciertamente el lugar equivocado para ella, contigo aquí.
Me estremecí.
Vamos, ve. Suaviza las cosas un poco. Yo te acompañaré en un momento.
Caminé rápidamente, sintiéndome culpable. Quizá era muy buen mentiroso, si podía engañar a Carlisle.
Cuando llegué a la sala de emergencias, Tyler estaba murmurando bajo su aliento, aún disculpándose. La chica estaba tratando de escapar a su remordimiento pretendiendo dormir.
Sus ojos estaban cerrados, pero su respiración no estaba acompasada, y de vez en cuando tamborileaba sus dedos impacientemente.
Miré su rostro por un largo momento. Esta sería la última vez que la vería. Este hecho accionó un agudo dolor en mi pecho. ¿Era porque no quería irme dejando un rompecabezas sin resolver? Eso no parecía una explicación muy convincente.
Finalmente, respiré profundo y entré.
Cuando Tyler me vio, comenzó a hablar, pero puse un dedo en mis labios.
- ¿Estará durmiendo? – Murmuré.
Los ojos de Bella se abrieron y se enfocaron en mi rostro. Se abrieron de par en par por un momento, y entonces se achicaron de cólera y sospecha. Recordé que tenía que interpretar un papel, así que le sonreí como si nada inusual hubiera ocurrido esta mañana—aparte de un golpe a su cabeza y un poquito de imaginación.
- Oye, Edward, – dijo Tyler. – lo siento mucho…
Levanté una mano para detener su disculpa.
– No hay culpa sin sangre. – Dije irónicamente. Sin pensar, también sonreí abiertamente a mi broma privada.
Fue asombrosamente fácil ignorar a Tyler, acostado a no más de un metro y medio de mí, cubierto en sangre fresca. Nunca comprendí cómo Carlisle podía hacer esto—ignorar la sangre de sus pacientes para poder tratarlos. ¿Acaso la constante tentación no lo distraía, no era peligroso…? Pero, ahora…podía ver cómo, si te enfocabas en algo mucho más fuerte, la tentación no significaba nada.
Incluso fresca y expuesta, la sangre de Tyler no era nada comparada con la de Bella.
Mantuve mi distancia de ella, sentándome a los pies de la camilla de Tyler.
- ¿Bueno, cuál es el diagnóstico?- le pregunté.
Su labio inferior sobresalió un poco.
– No me pasa nada, pero no me dejan marcharme. ¿Por qué no te han atado a una camilla como a nosotros?
Su impaciencia me hizo sonreír de nuevo. Podía oír a Carlisle en el pasillo.
- Tengo enchufe – dije ligeramente. – Pero no te preocupes, voy a liberarte.
Observé su reacción cuidadosamente mientras mi padre entraba en la habitación. Sus ojos se abrieron un poco más y su boca de verdad se abrió completamente en sorpresa. Gruñí internamente. Sí, ella ciertamente había notado el parecido.
- Bueno, señorita Swan, ¿cómo se encuentra? – preguntó Carlisle. Tenía una grandiosa habilidad para tranquilizar a sus pacientes. No podría decir cómo afectó esto a Bella.
- Estoy bien.- ella dijo tranquilamente.
Carlisle puso sus radiografías en la pizarra iluminada al lado de la cama.
– Las radiografías son buenas. ¿Le duele la cabeza? Edward me ha dicho que se dio un golpe bastante fuerte.
Ella suspiró, y luego dijo.
– Estoy bien.- de nuevo, pero esta vez con impaciencia.
Entonces miró en mi dirección.
Carlisle se acercó a ella y recorrió gentilmente sus dedos sobre cuero cabelludo hasta que encontró el golpe bajo su cabello.
Me atacó una ola de emociones que me encontraron con la guardia baja.
Había visto a Carlisle trabajar con humanos cientos de veces. Años atrás, yo lo había asistido informalmente—sólo en situaciones dónde la sangre no estuviera implicada. Así que no era cosa nueva para mi, mirarlo interactuar con la chica como si él mismo fuera humano como ella. Muchas veces había envidiado su control, pero eso no era lo mismo que sentía en este momento. Envidiaba mucho más que su control. Sufría por la diferencia entre Carlisle y yo que él pudiera tocarla tan gentilmente, sin miedo, sabiendo que él nunca le haría daño…
Ella hizo una mueca de dolor, y yo me revolví en mi asiento. Tenía que concentrarme por un momento para mantener mi postura relajada.
- ¿Le duele?- le preguntó Carlisle.
Su barbilla se movió una fracción.
– No mucho.- dijo ella.
Otra pequeña pieza de su personalidad cayó en su lugar: era valiente. No le gustaba demostrar debilidad.
Posiblemente la más vulnerable criatura que había visto jamás, y ella no quería parecer débil. Una risita se escapó entre mis labios.
Me lanzó una mirada fulminante.
- De acuerdo – dijo Carlisle. – Su padre se encuentra en la sala de espera. Se puede ir a casa con él, pero debe regresar rápidamente si siente mareos o algún trastorno de visión.
¿Su padre estaba aquí? Pasé a través de los pensamientos de la multitud de la sala de espera, pero no podía encontrar su sutil voz mental fuera del grupo antes de que ella hablara de nuevo, con su rostro ansioso.
- ¿No puedo ir a la escuela? -
- Hoy debería tomarse las cosas con calma.- sugirió Carlisle.
Sus ojos volvieron a fijarse en mí.
-¿Puede él ir a la escuela?
Actúa normal, suaviza las cosas…ignora lo que se siente cuando ella me mira a los ojos…
- Alguien debe darles la buena nueva de que hemos sobrevivido.- le dije.
- En realidad,- Carlisle corrigió, – parece que la mayoría de los estudiantes están en la sala de esperas.
Esta vez anticipé su reacción—su aversión por la atención. No se decepcionó.
- ¡Oh no!- gimió, y se cubrió el rostro con las manos.
Me gustó haber adivinado bien esta vez. Estaba comenzando a entenderla…
- ¿Quiere quedarse aquí? – preguntó Carlisle.
- ¡No no!- dijo rápidamente, al tiempo en que sacaba sus piernas por el borde de la camilla y se levantaba con prisa poniendo sus pies en el piso. Se tambaleó hacia adelante, a los brazos de Carlisle. Él la atrapó y la estabilizó.
De nuevo, la envidia recorrió mi cuerpo.
- Me encuentro bien.- dijo ella antes de que Carlisle pudiera decir algo, y sus mejillas se sonrojaron con un hermoso rosado.
Por supuesto, eso no molestaría a Carlisle. Se aseguró que estuviera estable, y luego la soltó.
- Tome unas pastillas de Tylenol contra el dolor.- el sugirió.
- No me duele mucho.
Carlisle sonrió mientras firmaba sus papeles.
– Parece que ha tenido muchísima suerte.
Ella se volteó lentamente, para lanzarme una fulminante mirada.
- La suerte fue que Edward estuviera a mi lado.
- Ah, sí, bueno –Carlisle agregó rápidamente, escuchando lo mismo que escuché yo en su voz. Ella no creía que su sospecha fuera producto de su imaginación. No todavía.
Toda tuya, pensó Carlisle. Maneja esto como creas que es mejor.
- Muchas gracias.- susurré, quieto y tranquilo. Ningún humano podría oírme. Los labios de Carlisle formaron una pequeña sonrisa al entender mi sarcasmo, mientras se volvía hacia Tyler.
– Lamento decirle que usted se va a tener que quedar con nosotros un poquito más.- dijo, mientras comenzaba a examinarlo.
Bueno, yo causé esto, así que era justo que yo tuviera que arreglarlo.
Bella caminó deliberadamente hacia mí, sin detenerse hasta que estuviera incómodamente cerca. Recordé cómo había deseado, antes de todo el desastre, que ella se acercara a mí… Esto era como una burla a ese deseo.
- ¿Puedo hablar contigo un momento? – me silbó en un susurró.
Su cálido aliento rasguñó mi rostro y tuve que retroceder un paso. Su petición no había disminuido ni un poco. Cada vez que ella estaba cerca de mí, gatillaba todos mis peores, urgentes instintos. El veneno llenó mi boca y mi cuerpo anhelaba atacar—de tomarla entre mis brazos y romper su garganta con mis dientes.
Mi mente era más fuerte que mi cuerpo, pero sólo un poco.
- Tu padre te espera- le recordé, con la mandíbula tensa.
Ella miró hacia Carlisle y Tyler. Tyler no nos prestaba atención, pero Carlisle estaba monitoreando cada respiro.
Con cuidado, Edward.
- Quiero hablar contigo a solas, si no te importa- me insistió en una baja voz.
Quería decirle que no me importaba en lo absoluto, pero sabía que tendría que hacer esto. Mejor sería que empezara de una vez.
Estaba lleno de tantas emociones conflictivas mientras salía de la habitación, escuchando sus pasos detrás de mí, tratando de ir a mi ritmo.
Tenía un show que presentar. Sabía que el papel que representaría—tenía el personaje más bajo: sería el villano. Mentiría, y ridiculizaría y sería muy cruel.
Fui en contra de todos mis mejores impulsos—los impulsos humanos a los que me aferré todos estos años. Nunca quise merecer confianza más que en este momento, cuando debía destruir toda posibilidad de merecerla.
Todo era peor al saber que este sería el último recuerdo que ella tendría de mí. Esta era mi escena de despedida.
Me volví hacia ella.
- ¿Qué quieres? – pregunté molesto.
Se encogió y retrocedió a mi hostilidad. Sus ojos se tornaron desconcertados, la expresión que me había hechizado…
- Me debes una explicación- me dijo en una pequeña voz; su cara de marfil palideció.
Era muy difícil mantener mi voz áspera.
– Te salve la vida. No te debo nada.
Ella parpadeó, quemaba como ácido el ver cómo la herían mis palabras.
- Me lo prometiste- susurró.
- Bella, te diste un fuerte golpe en la cabeza, no sabes de qué hablas.
Su barbilla se tensó.
– No me pasaba nada en la cabeza.
Estaba enojada de nuevo, y eso lo hizo todo más fácil. Le respondí su mirada, poniendo mi rostro menos amigable.
- ¿Qué quieres de mi, Bella?
- Quiero saber la verdad. Quiero saber por qué miento por ti.
Lo que ella quería era absolutamente justo, me frustraba tener que negárselo.
- ¿Qué crees que pasó?- Casi le gruñí.
Sus palabras salieron torrencialmente.
– Todo lo que sé es que no estabas cerca de mí, en absoluto, y Tyler tampoco te vio, de modo que no me vengas con eso de que me he dado un golpe muy fuerte en la cabeza. La furgoneta iba a matarnos, pero no lo hizo. Tus manos dejaron abolladuras tanto en la carrocería de la furgoneta como en el coche marrón, pero has salido ileso. Y luego la sujetaste cuando me iba a aplastar las piernas…
De pronto, juntó sus dientes y de sus ojos comenzaron a aparecer unas indeseadas lágrimas.
La miré, con una expresión burlona, pues todo lo que sentía era en realidad temor; ella lo había visto todo.
- ¿Crees que aparté a pulso una furgoneta?- le pregunté sarcásticamente.
Me respondió con un cabeceo hacia adelante.
Mi voz se hizo más burlona.
– Nadie te va a creer, ya lo sabes.
Ella se esforzó para controlar su rabia. Cuando me respondió, habló cada palabra con deliberada lentitud.
– No se lo voy a decir a nadie.
Era verdad, podía ver eso en sus ojos. Incluso furiosa y traicionada, ella guardaría mi secreto.
¿Por qué?
El shock que me causó su respuesta me arruinó mi cuidadosamente designada expresión por medio segundo, y luego me recompuse.
- Entonces, ¿qué importa?- pregunté, tratando de mantener mi voz severa.
- Me importa a mí- me dijo intensamente. – No me gusta mentir, por eso quiero tener un buen motivo para hacerlo
Me estaba pidiendo que confiara en ella. Igual que yo quería que ella confiara en mí.
Pero esta era una línea que yo no podía cruzar.
Mi voz se mantuvo cruel.
– ¿Es que no me lo puedes agradecer y punto?
- Gracias.- me dijo casi echando humo, esperando.
- No vas a dejarlo correr, ¿verdad?
- No.
- En tal caso…- No podía decirle la verdad aunque quisiera…y no quería. Prefería que ella se armara su propia historia a que supiera lo que soy, porque nada podía ser peor que la verdad, yo era una pesadilla viviente, sacado de las páginas de una novela de terror –espero que disfrutes de la decepción.
Nos miramos mutuamente con el ceño fruncido. Era incómodo lo atractivo que resultaba ser su enojo. Como un gatito furioso, suave y desprotegido, y tan inconsciente de su vulnerabilidad.
Se ruborizó y juntó sus dientes de nuevo.
– ¿Por qué te molestaste en salvarme?
Su pregunta no era algo que estuviera esperando, preparado para responder. Perdí el hilo en el papel que estaba representando. Sentí cómo la máscara se caía de mi rostro, y le dije, esta vez, la verdad.
- No lo sé.
Memoricé su rostro una vez más—aún estaba enojada, la sangre aún no se había desvanecido de sus mejillas—y entonces me di vuelta y me alejé de ella.